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Lentes púrpura: ¿qué son y por qué deberíamos usarlos?

Escrito por Columnista invitada | 26 abril 2024

 

Por: Regina Torres/Lentes Púrpura

El día que me di cuenta que tenía que utilizar lentes de prescripción, a mis ocho años, mi vida nunca fue la misma. En un día como cualquier otro, sentada en mi pequeña banca al fondo de un salón de tercero de primaria, intentando copiar algo que mi maestra de ese entonces había anotado en el pizarrón noté que algo era diferente. Entrecerré los ojos, los abrí muy grandes, los entrecerré otra vez y nada, ¡no veía nada!

Por mucho que intentara esforzarme, no lograba distinguir correctamente las formas y las letras que me imaginaba estaban plasmadas en aquel gran pizarrón blanco colgado a tan solo un par de metros frente a mí. A mi corta edad no estaba muy segura de lo que pasaba, pero una cosa era clara, algo no estaba bien con lo que yo estaba (o no estaba) viendo. 

Corrí a casa a contarle a mis papás y así fue como terminé en el consultorio de una persona especializada en oftalmología. La solución, claro está, fue bastante sencilla, bastaba con colocar un par de lentes sobre mi nariz. De esta forma, todo aquello que en algún momento dejó de ser claro para mí, comenzaba a tomar forma de nuevo, dándole sentido a aquellas formas desconocidas que días antes no lograba descifrar. 

A partir de ese momento, y hasta ahora, cada vez que utilizo mi armazón veo el mundo de una forma distinta. Es más o menos así cómo se siente ponerse los lentes púrpura frente a este medio ambiente social eternamente cambiante. 

Ponerse los lentes púrpura nace de una metáfora utilizada por la escritora Gemma Lienas en uno de sus muchos libros, El Diario Violeta de Carlota, donde explora temas tan cruciales como la igualdad y los feminismos. Gemma explica en este texto como el ponerse los lentes púrpura hace referencia a mirar el mundo con una mirada crítica desde el punto de vista del género para ver y analizar las desigualdades. 

Al adoptar esta desafiante perspectiva sobre aquel binarismo nace un nuevo compromiso que nos hace cuestionar las normas, estructuras y prácticas sociales que contribuyen a la discriminación y la exclusión de las mujeres y otros grupos históricamente marginados. 

Se trata de reconocer que las desigualdades de género no son intrínsecamente naturales ni inevitables, sino que son construcciones sociales que pueden ser desafiadas y transformadas. Sin embargo, colocarse estas gafas resulta mucho menos sencillo, ¿no es así? 

Entre desfiles de pancartas y años de lucha por ahí llegó a mis oídos la frase “una se vuelve feminista por su propia historia” y ahora es una de las consignas que más ha resonado conmigo y que me mantienen fiel a mi lucha por la  justicia social. Siguiendo el hilo conductor de la historia que narré al inicio de esta columna, durante mi adolescencia, a pesar de llevar mis lentes de prescripción conmigo a todos lados, aún podía notar cómo algunas cosas en mi entorno seguían sin ser del todo claras. 

De la misma forma en la que sucedió antes no tenía las herramientas para nombrar aquello que estaba mal con lo que  yo estaba (o no estaba) viendo a mi alrededor. Al comenzar a crecer como mujer me vi enteramente inmersa en un contexto social altamente machista y patriarcal, en donde desarrollarse más cerca a uno de los polos del espectro del género binario resulta desventajoso. Fue así como de nuevo comencé a cuestionarme la forma en la que percibía y experimentaba diferentes situaciones que se desarrollaban frente a mis ojos. 

Las gafas violetas nos ayudan a nombrar la desigualdad

Lamentablemente, adquirir este par de lentes púrpura no es tan sencillo como sacar una cita en el consultorio de oftalmología. Aprender a colocarse este armazón es un proceso que viene de la mano con el cuestionamiento y la incomodidad. 

Al ponerme estos lentes de tinte violeta comencé a ver con mayor claridad la forma en la que se cuelan las diferencias de género en la educación, los espacios de trabajo, las dinámicas de poder, las tareas de cuidado, los roles y los estereotipos con los que la sociedad caracteriza las estructuras basadas meramente en el género binario. 

Ahora lograba distinguir sin lugar a dudas todos los ideales que la sociedad intenta plasmar en mi identidad como mujer y en la forma en la que arduamente pretende delimitar mis vivencias de acuerdo a mi género. Así como me es imposible quitarme los lentes de prescripción para llevar a cabo mis actividades cotidianas, me resulta imposible dejar de ver el mundo con esta nueva conciencia social desarrollada a través de mi propia historia. 

Sin embargo, debo reconocer que este par de gafas moradas me ayuda a darle forma a todo aquello que en algún momento no sabía nombrar. Al ponerme los lentes púrpura mi entorno comienza a tomar una nueva forma. No solamente me ayudó a encontrar mis luchas, sino que también me abrió las puertas al camino de la intervención y el cambio. 

Me permite desafiar los patrones sistemáticos y abrir los ojos al poder del apoyo mutuo y la trascendencia que conlleva crear comunidad. Ponerse los lentes te otorga la capacidad de desafiar las normas sociales para enfocar las desigualdades que existen dentro de ellas, para así poder incitar(te) al cambio estructural. 

 

Sobre la autora

Regina Torres es estudiante de doble titulación en Relaciones Internacionales y Derecho en el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey. Es feminista interseccional con interés en los derechos humanos, la inclusión, la diversidad, la dignidad humana y la socialización del Derecho.

@lentes.purpura