Qué cansado es leer la palabra “violencia”, aún peor para nosotras si se encuentra dentro de la frase “violencia contra las mujeres”. Qué fastidio leer o escuchar noticias sobre feminicidios, desaparecidas y abusos de todo tipo contra nosotras. Por eso mismo podrías decir ¿qué hago leyendo esto?
Ya sé que mis palabras no eliminan las agresiones hacia las mujeres, pero no leyendo sobre el tema tampoco; así que mejor te invito a que reflexionemos juntas y a que levantemos la voz en comunidad pensando en las víctimas que desearían solo tener que decidir entre leer un texto o no, en lugar de estar luchando por obtener justicia y por cuidar de su vida.
El pasado 25 de enero se aprobó la Ley Malena en Baja California, reconociendo la lucha de la saxofonista María Elena Ríos, quien sobrevivió a un intento de feminicidio; sí “de feminicidio” y no “lesiones” como estaba tipificada su carpeta de investigación antes de que consiguiera su reclasificación.
Malena fue atacada con ácido en 2019. Dos hombres fueron detenidos por rociarle un líquido corrosivo, pero el presunto autor intelectual es el exdiputado priista Juan Antonio Vera Carrizal, expareja de María Elena, quien aún intenta reclasificar el delito como lesiones.
Aprobar este tipo de leyes ayuda a cubrir vacíos legales que por años han dificultado que María, Ana, Esmeralda y muchas más mujeres logren obtener justicia. Pero no está siendo suficiente para bajar el 90% de impunidad en ataques con ácido hacia las mujeres.
De pronto parece no importar cuántas leyes se generen para garantizar una vida libre de violencia hacia las mujeres si no castigan a los violentadores, si no hay reparación del daño, si no hay atención médica y psicológica, si no hay reinserción social, si no hay prevención y si no cumplen con la no repetición.
Estoy cansada de que las leyes no se cumplan; me da asco que los agresores anden por ahí como si nada; estoy harta de que las autoridades no hagan lo suficiente para protegernos; y estoy molesta por normalizar el vivir con miedo.
Otro caso, el de Carmen Sánchez, fue el primero de América Latina en obtener justicia en mayo de 2023, después de nueve años de lucha. Su agresor fue sentenciado a 46 años de cárcel y ocho meses por feminicidio en grado de tentativa. Aunque el primer registro de un ataque con ácido a una mujer (Alejandra) fue en 1988.
La mayoría de las víctimas han sido atacadas por sus parejas o exparejas por no querer estar con ellos, por sentir que la mujer es de su propiedad, por celos, por no tener control sobre ellas. ¡Estamos hablando de crímenes de odio hacia las mujeres!
La Ley Malena permite que Baja California reconozca los ataques con ácido hacia las mujeres como lesiones agravadas por razón de género, y no solo como lesiones graves como está tipificado actualmente en el Código Penal Federal, donde la pena máxima es de hasta 10 años. Con esta ley se podría alcanzar hasta 20 años de prisión.
En otros estados como Puebla se reconoce la violencia ácida de forma equiparada a la tentativa de feminicidio, con lo que se puede alcanzar una pena de hasta 40 años de prisión. ¡Qué estrés que no esté homogeneizado en todo el país!
¿Qué falta para que la violencia ácida se reconozca en el Código Penal Federal como tentativa de feminicidio? Autoridades: Dejen de enviarle el mensaje a los agresores de que “pueden matarnos” y que ¡no pasa nada!