Últimamente me he preguntado si la creatividad no se nos ha muerto un poco. Entre rutinas frenéticas, tecnología que avanza y un mundo que parece exigir respuestas inmediatas, ¿dónde quedó ese espacio para imaginar y para soñar? Nos hemos vuelto expertas en seguir manuales, en repetir fórmulas, pero ¿qué pasó con esa chispa que nos hacía únicas? La creatividad, que es ese impulso innato de crear y recrear el mundo, parece haberse diluido.
Pero, ¿qué es la creatividad? Para mí, se trata de la capacidad de ver lo que nadie más ve y de conectar ideas que, en apariencia, no tienen relación. La creatividad es un músculo que se ejercita, y al igual que cualquier otro, si no se usa, se atrofia. Albert Einstein decía que “La creatividad es la inteligencia divirtiéndose”, y vaya que tenía razón. Cuando somos creativas, nos sentimos vivas, entusiasmadas, conectadas con una parte de nosotras mismas que a veces olvidamos que existe.
¿Y cómo podemos mantener esta creatividad activa en nuestras vidas? Primero, hay que alimentar la mente con experiencias nuevas y variadas. Leer libros, visitar museos, tener conversaciones con personas que piensan diferente a nosotras. Además, es básico darnos permiso para fallar. Muchas veces, el miedo al error nos paraliza y nos quedamos tanto tiempo pensando en cómo hacerlo perfecto que nunca lo hacemos. No se trata de ser perfectas, se trata de crear.
Pero la creatividad también se nutre del descanso. En un mundo que glorifica la productividad constante, tomarse un tiempo para no hacer nada puede parecer un lujo, pero es una necesidad. Las ideas más brillantes casi siempre llegan cuando menos las esperamos, cuando estamos en silencio o en medio de una actividad relajante. Tomarnos un respiro no es una pérdida de tiempo, es una inversión en nuestra capacidad de innovar.
Entonces, ¿para qué sirve en nuestras vidas? No sólo para crear arte o resolver problemas de forma innovadora, sino para conocernos mejor. Nos permite explorar nuestros propios límites, descubrir nuevas pasiones y, sobre todo, encontrar soluciones únicas a los desafíos que enfrentamos. Nos ayuda a reinventarnos y a adaptarnos en un mundo que cambia constantemente.
Y si sentimos que se nos está muriendo, quizás sea momento de preguntarnos: ¿Estamos permitiéndonos soñar? ¿Estamos dándonos la libertad de explorar, de jugar, de equivocarnos? La creatividad no es un don reservado para unos pocos; es una capacidad que todas tenemos y que podemos desarrollar. Depende de nosotras mantenerla viva, porque ser creativas es un acto de rebeldía.
Hoy, te invito a que te detengas un momento, que cierres los ojos y dejes volar tu imaginación. Porque no, la creatividad no se ha muerto, está en espera de que la revivamos. Y cuando lo hagamos, nos daremos cuenta de que no sólo hemos recuperado una parte de nosotras mismas, sino que también hemos descubierto nuevas formas de vivir y de sentir.