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"Alien Romulus": algunas claves para repensar el apocalipsis

Escrito por Anahí Gómez Zúñiga | 22 agosto 2024

 

Cuidar siempre fue el camino

El fin de semana fui a ver Alien Romulus, de Federico Álvarez. Llevaba mucho tiempo esperando el estreno de la séptima entrega de esta saga. Y fui honestamente feliz mientras veía en pantalla a esos monstruos terroríficos que, con su sola existencia, metaforizan algunas de las aristas más grotescas de la humanidad.

Esta cinta me llevó a pensar en la destrucción sistemática del mundo, en la explotación de los recursos humanos y naturales, en lo devastador del capitalismo, en los nuevos métodos de esclavitud, en todos los limites que se rompen en nombre de la ciencia. Y, extrañamente, mientras la historia avanzaba recordé una y otra vez a autoras como Yásnaya Elena Aguilar y Yuderskys Espinosa Miñoso. Luego, en medio de una escena donde un xenomorfo le rompía el vientre a uno de los personajes, apareció en mi mente la cara de Foucault (lol).

Entre palomitas, uno que otro susto y mi mamá dormida en la butaca de al lado, me convencí de que el seno narrativo de la película estaba en las posibilidades organizativas que ofrece el cuidado; en los intentos que abre la colectividad para escapar de un poder opresivo, sostenido por la brutalidad y la devastación. 

En pantalla se observa un relato muy concreto: un grupo de jóvenes obreros viajan hacia una nave de la cual extraerán cápsulas y combustibles para escapar del planeta en el que se encuentran, que es un lugar donde ya no es posible ver la luz del sol. Así, entre la precariedad, el hambre y el deseo de libertad, se lanzan a ejecutar un plan que pareciera sencillo pero que finalmente les costará mucho más de lo que imaginaban.

En este caso, tal como en las predicciones de los filósofos posthumanistas, el poder ya no recae en el Estado-nación como lo entendemos ahora, sino en grandes empresas que deciden el futuro de todas las personas; finalmente, son ellas quienes cuentan con las capacidades tecnológicas y los recursos para dar vida y muerte. Así, el curso de la existencia humana depende únicamente de los intereses empresariales.

Ante estas lógicas del despojo, es interesante el peso de los personajes femeninos, quienes tejen una narrativa diferente y actúan desde lugares distintos incluso cuando se trata de usar la violencia. Fue aquí donde pensé en lo importante de tener a una protagonista (Rain) que no solo es mujer, sino también bastante joven. Siempre me parece genial cuando esta clase de películas, donde las  armas y la adrenalina son esenciales, son tomadas por personajes así, que rompen con las barreras patriarcales y adultocéntricas. Además, ninguna de las actrices es sexualizada de ninguna forma como en otras cintas de ciencia ficción.

En fin, mientras mi mente se volaba con esto, recordé a Yásnaya Elena Aguilar, especialmente cuando propone que es importante revalorizar las lógicas femeninas y colectivistas, entendiendo que esto implica  “volver a la noción de cuidado como un elemento central que debe regir todas las relaciones sociales. Esos cuidados no solo tienen que ver con la familia, sino con todo lo que tiene que ver con la vida, que es el territorio. Por eso, en tiempos de crisis climática, los movimientos de mujeres indígenas, que tienen una visión colectiva de la lucha, traen muchas claves esperanzadoras”.

Para nada quiero decir que la lucha de las mujeres indígenas es similar a lo que vemos en pantalla. Lo que me recordó a esta cita fue la idea del cuidado y la vuelta a las lógicas que habitan a las mujeres. Pienso en cómo, más adelante, Yásnaya también señala que estas posibilidades de resistencia y organización desde el acompañamiento desarticulan el poder central, recuperan la importancia de lo micro y se enfrentan a la idea de propiedad privada que limita la participación de las mujeres.

Durante toda la cinta, vemos a un grupo de personajes articulados desde el cuidado mutuo. Rain, por ejemplo, se pone en riesgo en muchísimas ocasiones movida por el deseo de sostener a otro. Al final, cuidar es poner el cuerpo para proteger a otra persona de un peligro inminente. Cuidar es un verbo hecho de carne.

Sobre esto, Alejandra Eme Vázquez escribe: “¿De qué hablamos cuando hablamos de cuidar? De defender. No: de vigilar.  O quizá de preservar, de proteger, de resguardar, de asegurar, de observar, de  verificar, de regular, de amar, sí, de amar, y de desconfiar también porque se  cuida lo que está en riesgo de no permanecer. Se cuida lo frágil, lo débil o imperfecto: lo importante, lo valioso, aquello que no concebimos perder”.

Hace sentido que, en un mundo en crisis, donde el peligro se asoma por todas partes, los personajes encuentren en el cuidado una pequeña ventana para respirar. 

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En alguna parte, en medio de una conversación entre androides y una decisión compleja de tomar, uno de los robots le dice al otro que los seres humanos pasamos por muchos estados emocionales antes de aceptar la cruda realidad y eso, irremediablemente, conduce a malas decisiones.

Estoy de acuerdo. Cuando la gente se mete en rollos deliciosos al estilo Blade Runner y me preguntan cuál creo que puede ser la diferencia entre un androide y un ser humano, tiendo a responder lo mismo: la capacidad de fallar una y otra vez ante la misma situación; aún conociendo el resultado y con plena conciencia. 

Las personas nos lanzamos al vacío: sabemos que nos vamos a raspar y aún así lo hacemos. Escuchamos a las tripas. Muchas veces ponemos en peligro nuestra individualidad en pro de un otro que nos mira. Los seres humanos tropezamos mil veces con la misma piedra y a veces hasta lo deseamos. Nuestra capacidad autodestructiva, nuestra facilidad para fallar incluso cuando sabemos que hay otro camino que puede salvarnos. 

Nuestra manera de cuidar es errónea. Entonces, tal como en Alien Romullus, tomamos decisiones con el ácido estomacal y lo tiramos todo por la borda. Cuidamos con las tripas, con el amor o el medio por delante y no con la razón.

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Michel Foucault pensaba que el cuidado es un camino hacía la libertad. Para él, lo primordial para cuidar de otras personas, es primero cuidar de sí. O como nosotras diríamos: el autocuidado.

Es verdad. Utópicamente cierto. Sin embargo, en la realidad sabemos que se nos enseña a cuidar a pesar de nosotras. En la peli, por ejemplo, los personajes dejan sus propias vidas de lado para proteger a otro que les importa demasiado, incluso cuando se trata de un androide.

Hemos aprendido, como explica Alejandra Eme, a dejar nuestros cuerpos para entregarnos a los otros, a vaciarnos, a darlo todo en nombre de un ideal, de lo colectivo, de cualquier persona que no seamos nosotras mismas. Las lindas afirmaciones de Foucault sólo demuestran una vez más que, aunque brillante, era un hombre blanco y europeo que entendía bastante sobre el cuidado de sí, pero que seguro miraba poco la realidad de las otras personas que cuidaban de él para que pudiera observarse al espejo.

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En Repensando el Apocalipsis: un Manifiesto Indígena AntiFuturista, Yuderkys espinosa habla de un apocalipsis inflado por el pensamiento occidental que, sin embargo, sólo implica el fin de un mundo capitalista, colonialista y explotador que ha sembrado las propias semillas de su destrucción.

Desde ahí, se plantean esas otras posibilidades de re-exitencia. Pienso en cómo la propia cinta plantea la existencia de otro sistema, el de Ivaga, donde se plantea una organización independiente. Un planeta donde todavía sale el sol. La saga Alien apunta más hacia el pensamiento de William Burroughs en Naked Lunch: los seres humanos somos el virus, en nuestro seno existe la cepa de todos los males que acechan a la humanidad. Somos nosotros los creadores originales de nuestra propia extinción.

Alien Romulus se mantiene en esa línea, pero también señala que, sin bien la respuesta no esté en esas otras redes de acompañamiento, al menos el intento por otra cosa posible está ahí. En algún punto, uno de los personajes le dice a Rain que se trata de arriesgar su vida en esa excursión suicida, o de terminar como sus padres (en la pobreza y la explotación laboral de las minas).

Al final, la cinta retrata el deseo desesperado de un grupo de jóvenes obreros que intenta buscar una nueva posibilidad de existencia. Al respecto, Yuderkys suelta: “El colonialismo es una plaga, el capitalismo es una pandemia. Estos sistemas son anti-vida, no se verán obligados a curarse a sí mismos. No permitiremos que estos sistemas enfermos y corruptos se recuperen. Nos extenderemos. Nosotros somos los anticuerpos”.  Quizás sea verdad, tal vez Yuderkys y Alien tengan la razón: hace falta re-articulanos. Cuidarnos. Acompañarnos. Seguir. 

PD: los monstruos de la peli son maravillosos y los amé, los amé, los amé <3