Hemos vivido acostumbradas a la idea de que sentir miedo es para débiles, incluso, muchas veces escuchamos que debemos evitarlo a toda costa si queremos avanzar. Nos enseñan a ocultarlo, reprimirlo e ignorarlo, como si fuera algo terrible que no puede ser visto por nadie que pueda usarlo contra nosotras.
En esencia, este sentimiento es un mecanismo de supervivencia, un foquito rojo de que algo no está bien y una advertencia que nos hace prestar atención y tomar precauciones. Ahora, ¿qué pasaría si mejor consideramos que el miedo no es un enemigo, sino un aliado inesperado para poder enfrentar ciertas cosas en la vida? Quiero compartir contigo tres situaciones en las que está bien y es perfectamente normal sentir miedo, para que aprendamos a sobrellevarlo, juntas.
Enfrentarnos a lo desconocido genera caos y preocupación, pero es un hecho que mucho de lo que nos preocupa nunca sucederá o siempre tendrá solución. En este apartado entra el miedo al fracaso, que se relaciona directamente con las expectativas internas y externas, pero también el miedo a la incertidumbre. No hay nada peor que estar a la deriva sin tener certezas, pero como dije en una columna anterior, cuando ya no está en tus manos, tampoco tiene que estar en tu cabeza, así que debemos aprender a soltar.
Pensar en que alguna de las personas importantes en nuestra vida ya no esté, es aterrador. Creo que este sentimiento también es una gran oportunidad para valorar y aprovechar el tiempo que pasamos con las personas que amamos. No caigas en un bucle de pensamientos intrusivos que te impidan disfrutar la compañía de los que te rodean.
Un nuevo trabajo, una nueva relación y hasta una mudanza… Cualquier cosa que nos saque de nuestra zona segura o de confort, ¡da miedo! sobre todo porque esperamos que salga de cierta manera. Es normal que en el camino muchas veces no tengamos los resultados que esperamos, pero ¿sabes qué? No pasa nada, volvemos a empezar, pero con mejores aprendizajes.
El miedo nos alerta, nos hace más conscientes, nos motiva a superarnos y nos conecta con nuestro lado más humano, ese que a veces olvidamos o dejamos de lado por hacernos las valientes. Y como dice una de las mujeres que más admiro en esta vida: “Con miedo, pero hazlo”.