Las decisiones más importantes de mi vida las he tomado -siempre- desde el corazón, así me enseñaron. Desde que recuerdo, mi papá me ha dicho que cuando decides desde el corazón, difícilmente te arrepientes, independientemente del resultado. ¿Cuál es la razón? Muy fácil, estamos actuando desde un lugar de integridad y autenticidad.
Por supuesto que es imprescindible meterle cabeza y lógica a ciertas situaciones en la vida, pero no hay nada -al menos para mí- como actuar desde lo que te hace feliz. Claro que hay aquí una opinión desde mi privilegio, estoy consciente, pero lo comparto porque es lo que a mí me ha funcionado para no darme de topes después.
Ojo, no estoy diciendo que te lances a partir de una emoción, bien dicen los expertos que nunca es bueno decidir cuando estamos muy felices, tristes o enojados, porque no tenemos la suficiente claridad para ver todas las posibilidades. Seguir al corazón implica tener un mapa que está hecho de emociones, pero que te permite tener un panorama completo de consecuencias y oportunidades, para guiarte por el mejor camino.
Es más, podría decir que este tipo de decisiones están profundamente conectadas con nuestra verdadera esencia, nuestros valores y son una gran ventana hacia nuestro mundo interno.
¿Debes cuidar el equilibrio entre lo emocional y lo racional? Por supuesto, como dije antes, no debemos despreciar la lógica, porque la mente también puede darnos información que ayude a complementar lo que sentimos. Lo que nunca debemos permitirnos es que el miedo, las dudas o las inseguridades, ahoguen la voz de nuestro corazón a la hora de tomar una decisión trascendente.