“Estoy harta de los hombres, mejor me voy a convertir en lesbiana”: se trata de una típica frase de una mujer cis heterosexual que se ha enfrentado a relaciones envueltas en celos, violencia y sin responsabilidad afectiva. En dos palabras: relaciones machistas. Esta frase, además de reducir las preferencias sexuales a una elección como si de un outfit se tratara, idealiza las relaciones sexoafectivas entre mujeres, como si estas estuvieran libres de cualquier dinámica machista por el simple hecho de ser dos mujeres en pareja.
Pero esto no es así: las prácticas y dinámicas machistas no discriminan espacios, identidades de género ni preferencias sexuales. ¿Por qué? Porque se trata de relaciones de poder y dominación de lo que socialmente conocemos como masculino frente a lo que reconocemos como femenino, es decir, masculinos son aquellos atributos de superioridad como mayor fortaleza física, menos sensibilidad, un mayor sueldo, o más prestigio social, por mencionar algunos, mientras que los atributos femeninos se relacionan con lo delicado, sensible y son vistos simplemente como inferiores.
De acuerdo con el artículo “Del miedo a lo femenino a la violencia machista entre hombres homosexuales” que estudió las relaciones de gays en San Cristóbal de las Casas, Chiapas, existen “clases” o roles conformados por sujetos infravalorados asociados con lo femenino y otros sobrevalorados por su masculinidad.
Actualmente existen muy pocos datos y análisis sobre la violencia tanto física y psicológica como sexual en parejas homosexuales, lesbianas y el resto de identidades que forman la comunidad LGBT. De acuerdo con la BBC, una revisión de estudios publicada en 2014 por la Escuela Feinberg de Medicina de la Universidad Northwestern (Chicago), concluyó que entre el 25% y el 75% de las lesbianas, gays y transexuales han sido víctimas de violencia en la pareja.
La realidad es que no solo las mujeres heterosexuales atraviesan violencia por parte de sus parejas. Gays, lesbianas, personas no binarias, mujeres trans, hombres trans, bisexuales y queer también lo han vivido.
El machismo en la comunidad LGBTIQ+ no solo se limita a las relaciones de pareja. Es aquí donde hace sentido que lo personal es político y viceversa.
Reflexionemos juntas al respecto: ¿cuántas mujeres cis, trans, personas no binarias o bisexuales son las lideresas de los movimientos por la diversidad? ¿Es una casualidad que estas identidades no sean visibles en medios de comunicación masivos ni ostenten cargos públicos?
Por ejemplo, pensemos en Jesús Ociel Barcena, “Le magistride”, quien fue localizade sin vida en noviembre de 2023 y cuyo asesinato no ha sido esclarecido. Su labial, sus tacones y la combinación de su ropa incomodó y levantó críticas no solo entre la población heterosexual, sino también al interior de la comunidad a la que pertenecía y por la cual luchaba día con día, principalmente por los hombres homosexuales cis blancos y con una imagen masculinizada.
Las mujeres cis lesbianas, mujeres trans y cuerpos feminizados son las poblaciones que viven más violencia. México acumuló 33 asesinatos de personas trans entre enero y septiembre 2023, sin embargo, la organización Transrespect estima que por cada crimen y transfeminicidio hay 2 o 3 más que no son contabilizados. En el otro extremo, las mujeres masculinizadas y hombres feminizados que no encajan con los roles de género tradicionales y la dicotomía mujer/varón también enfrentan amenazas, burlas y formas más extremas de violencia.
“En mi comunidad no pueden verme en la calle porque me tratan como hombre o como ‘disfrazada’, y solo es una forma de vivir el machismo. Es una experiencia social que además se apoya en el racismo”, señaló Monica Chub, mujer trans maya, en el evento "MACHISMO: Sesgos y prejuicios en la comunidad LGBTIQ".
Así, muchas personas LGBTIQ+ reproducen la violencia machista y el racismo como un sistema de opresión frente a lo que se ve y se comporta de formas distintas.
Podríamos entonces reflexionar y preguntarnos si la lucha contra el machismo y contra la violencia de género debería incluir a la LGTBIfobia. No tengo una respuesta, pero aceptémoslo: mucha de las violencia que enfrenta la comunidad es esencialmente patriarcal.
Por eso, este mes de junio (y todo el año) recordemos la lucha y resistencia contra la desigualdad, el racismo, la violencia machista y la falta de reconocimiento a las identidades que rompen con la heteronorma. A nosotras las mujeres heterosexuales nos toca escuchar y reconocer a aquellas identidades con quienes algunas de nosotras hemos compartido experiencias de violencia machista.