Hay una frase que nos repetimos como un mantra: "recibe lo que mereces". Nos encanta la idea de que el universo nos retribuirá por todo lo bueno que damos, que nuestro esfuerzo y amor propio nos traerán recompensas a la altura. Pero, honestamente, ¿siempre estamos listas para recibir eso que tanto pedimos?
He visto a mujeres que sueñan con una relación sana, pero cuando llega una persona atenta y amorosa, se sienten extrañas, la etiquetan de "aburrida" y vuelven a donde se sienten cómodas: el drama, la incertidumbre y los amores complicados. Otras que desean una gran oportunidad laboral, pero cuando llega, dudan de sí mismas, se autosabotean y terminan rechazándola por miedo a no estar a la altura. Y luego estamos las que decimos que queremos paz, pero nos aferramos a lo que nos roba el sueño.
El problema no es que la vida no nos dé lo que merecemos, sino que muchas veces no nos sentimos dignas de recibirlo. Nos acostumbramos a cierto nivel de caos, a trabajar el doble para ganarnos las cosas, a pensar que el amor bonito es "demasiado bueno para ser verdad". Creemos que si algo llega fácil, es sospechoso.
Y aquí es donde tenemos que hacernos una pregunta importante: ¿realmente me siento merecedora de lo bueno? Porque pedirlo es una cosa, pero recibirlo sin sabotearlo es otra (en la columna anterior hablamos de autosabotaje). Aprender a aceptar lo que hemos construido con tanto esfuerzo requiere desaprender el miedo, soltar las dudas y dejar de negociar con nuestras inseguridades.
Si has trabajado en tu amor propio, en tu crecimiento, en ser la mejor versión de ti, entonces claro que mereces todo lo bueno que llega. No hay que justificarlo, no hay que dudarlo. Sólo hay que abrir los brazos y decir: "Esto es mío".
Así que la próxima vez que la vida te ofrezca algo maravilloso, en lugar de preguntarte si es demasiado, respira profundo y repite: "Estoy lista para recibirlo". Porque lo estás.