Por: Andrea Villanueva con la edición de Alexis Alanís
Hace dos años, unos días después de Navidad, vimos por primera vez la película Encanto de Disney, y aunque a mi hijo que en ese entonces tenía dos años y medio le fascinó por las canciones, yo realmente no entendía por qué a mí me gustaba tanto y podía verla una y otra vez. No exagero cuando digo que desde entonces la hemos visto más de 300 veces.
En los meses que estuvo muy de moda hubo también muchos memes y explicaciones de por qué las mamás lloramos cada vez que vemos a la abuela contar su historia o escuchamos la canción de Luisa, y es que además de ser una historia en Latinoamérica, las mujeres vemos en cada uno de los personajes lo que a muchas de nosotras nos pesa: las expectativas.
Me parece súper interesante que es una película sin un villano, en la que lo que atormenta a los personajes femeninos es el miedo a no cumplir con las expectativas que nos pone todo mundo. Y lo más fuerte en la vida real es que, a diferencia de los personajes de esta historia, nosotras cargamos con diferentes expectativas al mismo tiempo.
Las mujeres tenemos que ser fuertes como Luisa, no necesariamente musculosas, sino aguantar todo lo que nos mande la vida, desde un montón de trabajo hasta soportar relaciones familiares tormentosas; además “tenemos” que ser “perfectas” como Isabela, con un pelo divino y siempre peinado, y al igual que ella casarnos con alguien que a la familia le parezca ideal; y como la abuela, “tenemos” que ser pilares de la familia y nuestra comunidad sin dejar nunca que nos vean débiles o dudosas.
Independientemente de que la película ya pasó de moda, no podemos olvidar que retrata a la perfección lo que hemos estado sintiendo un poco en silencio durante años. Al ser hija única siempre he sentido esa presión de ser buena en la escuela, pero chistosa, pero tener amigos…
Siempre pienso en la discusión entre Mirabel, la protagonista, y su hermana Isabela (cuyo poder es el de llenar todo de flores, principalmente rosas) en la que ella dice que se le ha exigido ser perfecta durante toda la vida, y justamente cuando por fin deja salir su enojo, crea un cactus. Y ahí se da cuenta de que no todo tiene que ser perfecto para estar bien.
Ahora siendo mamá es natural que siga ese patrón de no querer quedar mal en ningún área de la vida y ver Encanto me ha ayudado a obligarme a mí misma a entender que es IMPOSIBLE ser todo para todos, que no importa si a veces eres un cactus o a veces descansas, que no pasa nada si tu casa es un desorden y tus hijos están despeinados y no contestas los WhatsApps que realmente no son importantes.
Debemos recordar que las únicas expectativas que importan son las nuestras y con cumplirnos a nosotras mismas, es suficiente.