A menudo leo a colegas diciendo que la gordofobia es un término de mediocres para romantizar la obesidad, que la autoaceptación es conformismo y que la manera efectiva para el manejo de la obesidad es recordarle a una persona con sobrepeso que se va a morir porque no le pone ganas al estilo de vida.
Twitter o X es un buen filtro para buscar qué doctores aprendieron en el primer año de la carrera que el ser humano es biopsicosocial, es decir, que está conformado por una combinación de factores biológicos, psicológicos y sociales que interactúan entre sí.
A veces creo que el riguroso estudio académico, las horas de desvelo, el esfuerzo físico, mental y emocional que implica estudiar Medicina nos hace creer que en la consulta médica, lo único relevante es el aspecto biológico de una paciente: signos vitales, antropometría, exploración física y estudios de laboratorio.
Un padecimiento es el fruto de muchos factores, algunos que se pueden cambiar y hay otros que es literalmente imposible cambiarlos. La Organización Mundial de la Salud (OMS) cataloga la obesidad como una pandemia de tipo no infeccioso, de manejo multidisciplinario, compleja y con múltiples consecuencias en la salud.
De la misma manera, el Consejo para Prevenir y Eliminar la Discriminación de la Ciudad de México (Copred) define la gordofobia como discriminación, ya sea odio, rechazo o violencia que viven las personas gordas por el hecho de serlo. Está basada en prejuicios respecto a los hábitos, las costumbres y la salud de las personas gordas, pues se asume que un cuerpo gordo responde a una falta de voluntad de autocuidado.
¿Por qué solo prestamos atención a lo que dice la OMS y no hacemos caso de organizaciones que previenen y eliminan la discriminación? ¿Por qué no somos capaces de aceptar que el manejo de la obesidad basándose en el regaño y la humillación seguirá sin tener resultados benéficos para la salud?
¿Por qué seguimos defendiendo ciegamente el Índice de Masa Corporal (IMC) sin aceptar que muestra variabilidad basada en edad, género y etnicidad? Por ejemplo, la población asiática tiene mayor contenido corporal graso en comparación con la caucásica con el mismo IMC. Además, se sabe que entre las personas con obesidad, más del 40 % tienen una sensibilidad a la insulina, tensión arterial, perfil lipídico normal y un perfil de respuesta inflamatorio fisiológico.
En el embarazo la cosa cambia, el exceso de lípidos causa una meta inflamación (es decir, una inflamación crónica leve) que genera estrés oxidativo con la liberación de sustancias llamadas citocinas inflamatorias que alteran la placenta y, por lo tanto, el desarrollo y crecimiento del feto.
De eso no hay duda, el problema es que a pesar de que el manejo de la obesidad es complejo, creemos que humillando a la paciente mágicamente conseguiremos revertirla. Se necesita mucho más que una consulta; se requieren políticas públicas, educación poblacional, trabajos dignos y una concientización que durará décadas lograr.
Un doctor me decía “lo que no se nombra no existe, debemos informar que la obesidad es un factor de riesgo para enfermedades del corazón, cáncer, muerte etcétera”. De acuerdo, pero nadie te autorizó a ir como testigo de Jehová a informar a extraños del internet, de la calle o en una fiesta lo que la obesidad puede hacer en el cuerpo.
Peor tantito, es tener en la consulta a una paciente vulnerable y achacar toda su enfermedad a la obesidad: “Vas a dejar de desangrarte cuando bajes de peso”. Doctor, los miomas no se curan con lechugas y abdominales. Si tiene 15 minutos de consulta, ¿para qué desperdiciarlos en regañar?
Imaginen lo que es decirle a una embarazada “tu bebé se va a morir porque estás gorda”. ¿Qué pretenden con ese comentario? ¿Que aborten, bajen de peso y se vuelvan a embarazar? Considero más factible enfocarse en qué estilo de vida debe llevar y dejar de repetir su casi mantra “debe bajar de peso”.
En el embarazo, las dietas keto y el ejercicio de alta intensidad en quienes no hacen ejercicio son perjudiciales para la salud materna y fetal, pero el hecho de humillar a una embarazada las puede orillar a tomar estas peligrosas medidas. Seamos conscientes de la forma y el modo en la que concientizamos.
Por último, piensen en cuántos de nuestros maestros se referían a personas gordas de forma despectiva. Si tanto defendemos que es una enfermedad, ¿por qué no la tratamos de la misma forma en la que lo hacemos con las otras? ¿La violencia en la consulta es el camino? La dignidad de la persona a la que consultamos siempre va a ser prioridad.