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La revolución de las minifaldas, una breve historia

Escrito por Anahí Gómez Zúñiga | 21 octubre 2024

Un par de piernas al aire como testimonio de la rebeldía

La minifalda es una de mis piezas favoritas. Tengo varias en mi closet y me encanta pasearme por todos lados con ellas, a pesar de las miradas o el acoso bien reconocido por todas. Lo cierto es que me gusta sentir mis piernas libres, el viento en mis rodillas y el sol quemando despacito mi piel.

Desde su nacimiento esta prenda fue un aullido de libertad, un testimonio del deseo de las mujeres por romper con la tradición y encontrarse a ellas mismas fuera de las imposiciones patriarcales. Aunque podría parecer un simple pedazo de tela, para muchas es todo un manifiesto de rebeldía. Es una forma de tomar el espacio, de volver al cuerpo, de gritar algo que solo nosotras sabemos escuchar.

Su historia se remonta al año 1964, cuando la diseñadora Mary Quant puso a la venta las primeras minifaldas en su tienda de moda, ubicada en Londres. Su invención fue rápidamente aceptada por las jóvenes, quienes la vieron en los medios de comunicación a través de mujeres como la icónica Twiggy, que la convirtió en su sello personal.

Sin embargo, la segunda versión de la historia cuenta que el diseñador francés, André Courréges, discípulo de Balenciaga, fue el verdadero creador de la mini. Los datos no son suficientes para saber quién fue. Lo que sí podemos decir es que tanto Mary como André fueron sumamente importantes para poner popularizar esta pieza que pronto se exportó a diversas partes del mundo, entre ellas México.

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La explosión contracultural, los hippies, la Guerra Fría, el éxtasis del LSD, la pastilla anticonceptiva en las farmacias, Betty Friedan lanza La mística de la feminidad, las hermanas Mirabal son asesinadas en República Dominicana por encargo del entonces dictador Rafael Trujillo (hecho que da pie a la conmemoración del 8 de marzo), se eleva el muro de Berlín, matan a Kennedy, Martin Luther King, las Panteras Negras, La Guerra de Vietnam, La primavera de Praga, el Mayo Francés, las rebeliones de la juventud mexicana, La Matanza de Tlatelolco, Los Beatles se convierten en la primera banda en ser transmitida por televisión… En fin, estos son solo algunos de los sucesos históricos que los años 60 trajeron consigo.

Y es justamente en este contexto caótico, repleto de manifestaciones juveniles por todo el mundo, donde nace la mítica prenda que, para no variar, causó revuelo y fue empleada por cientos de mujeres que salían a las calles a quemar sus sostenes, a buscar un modo de vida diferente, a pelear por sus derechos sexuales y reproductivos, a nombrarse como seres deseantes.

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En 1970 México tuvo una protesta bastante curiosa: la marcha de las minifaldas. Un suceso extravagante que llenó las calles de la Zona Rosa de mujeres en minis que exigían su derecho a ser libres, a vestir como quisieran. Ellas entendían que se trataba de algo más que una simple prenda, que estaban hablando de un símbolo, de una posibilidad para buscar la libertad de su cuerpo en un país asolado por el machismo y la violencia hacia las mujeres. 

Tal como decía una de las consignas de ese momento: la minifalda es un modo de vida. 

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Esta pieza está marcada por la rebeldía, por el deseo de las mujeres por usar el espacio, por moverse, por existir más allá de los mandatos. Una minifalda, aún hoy, sigue siendo un acto político. La minifalda todavía es una posibilidad para romper y reinventar