Desde que somos pequeñas, tenemos esa maravillosa creencia de que las amigas, son para siempre. Hasta que creces y te das cuenta de que es una de las peores mentiras y que no solo no duran eternamente, sino que también son capaces de romperte el corazón. Y la verdad, esa ruptura puede llegar a ser más dolorosa que la que experimentamos con una pareja.
Entender que la gente que se cruza en nuestro camino, no necesariamente tiene que acompañarnos todo el tiempo, es básico para dejar de alimentar falsas expectativas. Y es que podemos querer mucho a nuestras amigas y amigos, pero llega un momento en el que tomar caminos separados es mucho más sencillo y sanador que seguir cultivando la relación.
También hay amistades con las que solo necesitas breaks y sabes que puedes retomar desde cualquier punto en el que se hayan quedado. Cuando quien ha sido mi mejor amiga desde secundaria se casó, su vida giraba en torno a un matrimonio y a su deseo de tener hijos y yo estaba mudándome a otra ciudad, y con otro tipo de prioridades, por lo que nos era muy complicado “conectar” en ese momento.
Creo que tuvimos que aprender a entender el nuevo estilo de vida de la otra, sabiendo que en cualquier emergencia estaríamos para apoyarnos. Pasó el tiempo y volvimos a ser inseparables y a encontrar el modo de estar atentas y conscientes de lo que nos sucedía.
Pero hay otro tipo de amigas, aquellas que se quedan hasta cierto tiempo en tu vida, con las que sientes que “jamás podrías romper”, pero luego te das cuenta de que sí es posible la separación y de que la amistad sí caduca. Lo mejor que puedes hacer es quedarte con los aprendizajes y todos los buenos momentos.. ¡y soltar!
Porque haces consciente que ya no tienen nada qué aportar, que ya no están alineadas en las mismas cosas ni en la forma de ver la vida. ¿Y sabes qué? Está bien. No hay edad límite para seguir conociendo amigas y en una de esas, una desconocida que encuentras en un baño, en un viaje o en cualquier lugar, se puede volver tu nueva mejor amiga.