Si eres hermana mayor estarás de acuerdo conmigo en que llevamos dentro, una red de complicidades y secretos que aprendemos a manejar desde que somos muy pequeñas. Hay toda una logística para proteger a los hermanos de los regaños de nuestros papás y desarrollamos un lenguaje visual especial para saber qué sí y qué no decir delante de ellos.
Conforme crecemos, los secretos se vuelven más complejos y pasamos a ser confidentes de primeros amores y hasta escudos ante situaciones familiares complicadas. Yo tengo dos hermanas y desde que recuerdo tomé un rol con ellas (que nadie me impuso) de guardiana, protectora y solucionadora de problemas. Error.
Tengo muy presente el día en que una de mis hermanas (en aquel entonces ella tendría unos 15 años) me dijo: “tienes que entender que tú no eres nuestra mamá, eres nuestra hermana”. ¡Púmbale, golpe al ego! Ahí me cayó el veinte de que sí, tenía razón. Yo no podía vivir tratando de protegerlas de todo, de evitar que se equivocaran, que se cruzaran con malas personas o de que no cometieran errores.
Y miren que me costó, no sólo porque creo que los mayores padecemos de un raro síndrome que nos hace pensar que tenemos la razón en todo o que no hay mejor manera de hacer las cosas, que la nuestra. Obviamente todas queremos lo mejor para los que amamos, pero tengo clarísimo que era parte de mi chamba personal soltarlas como individuos, pero nunca como mis hermanas.
Dejar que vivieran su vida con todos los obstáculos y frustraciones que vienen con ella, era lo que las iba a formar, hacer crecer y valerse por sí mismas cuando no estuviera yo para defenderlas.
Como la mayor, he vivido con el peso de ser ejemplo, porque estaba muy consciente de que había detrás de mí, dos personas que imitaban todo lo que hacía. Llegó una edad en la que cada una tomó su personalidad, pero mientras crecíamos, se escudaron en mi manera de hacer las cosas y la adaptaron de una forma especial a su carácter. Las mayores somos testigos del crecimiento físico pero también de la evolución emocional.
Hoy sé, que mi objetivo como hermana mayor, no es el de ser un ejemplo inmaculado de cómo se deben hacer las cosas (porque además ¿quién me creo? Yo hago muchísimas cosas mal, jajaja), sino de estar para dar contención, cariño, apoyo, opiniones y consejos (pedidos) a pesar de cualquier cosa. Me da paz infinita que tengan la certeza de que pueden contar conmigo, aunque la hayan cagado de la peor manera.
Todavía les sigo pidiendo que me compartan su ubicación y claro que se me salen los regaños en múltiples ocasiones, pero también me gusta observar “desde lejos” que resuelven sus propios cagues y que sí, se quedaron con algunas de las cosas que más me gustan de mí.