Si ya has visitado Mazatlán, Sinaloa, sabes que esa ciudad situada en la costa oeste de México no solo te recibe con calor y brisa del mar, también con un ambiente de fiesta protagonizado por la banda sinaloense, un género musical tradicional con antecedentes en el siglo XIX aunque apareció en su formato moderno a principios de los años 20.
¿Cómo no iban a defender una tradición musical de hace más de 100 años? Estamos hablando de la cuna de la banda sinaloense. Pero bueno, si aún no sabes porque te estoy hablando de esto, aquí va el contexto:
En los últimos días se hizo viral un video en el que se observa a un grupo de extranjeras y extranjeros en una terraza con vista al mar de Mazatlán, Sinaloa, presenciando un concierto acústico, el cual fue interrumpido auditivamente por una banda que comenzó a tocar a la orilla del mar.
En redes sociales hubo personas que aseguraron que las bandas sinaloenses estaban salvando a Mazatlán de la gentrificación, mientras que otras se burlaron de que alguien hubiera planeado una presentación musical de ese tipo en una zona donde bandas y norteños suelen tocar cuando son contratadas.
De acuerdo con la ONU, la gentrificación se da “cuando un proceso de renovación o reconstrucción urbana se acompaña de un flujo de personas de clase media o alta que suele desplazar a los habitantes más pobres de las áreas de intervención”.
Pero en este caso estaríamos hablando de gentrificación turística, que “es la transformación de barrios, ciudades históricas y/o centrales destinadas fundamentalmente a turistas, donde se modifica el alojamiento y se incorporan restaurantes, tiendas y servicios dirigidos para su consumo”, según un estudio del Centro de Estudios Sociales y de Opinión Pública.
Eso significa que la ciudad de Mazatlán, al tener una actividad económica ligada al sector turístico, ha tenido que adaptarse a las necesidades de quienes la visitan. Pero ¿qué pasa si lo que piden las y los turistas interviene con una tradición mexicana?
Ernesto Coppel Kelly, uno de los empresarios hoteleros, dijo estar en contra del “escándalo” que generaban las bandas en las playas con instrumentos como trompeta, clarinete, trombón, tarola o tambora. A través de un video difundido en redes, mencionó que las bandas ‘’no dejan descansar a la gente. Yo tengo quejas de cientos de turistas americanos que me dicen que no volverán a Mazatlán por el escándalo y el ruido’'.
Los conjuntos de bandas y norteños se manifestaron en contra de los empresarios que querían prohibir que los músicos trabajaran cerca de sus hoteles. Y aunque el gobierno no se había pronunciado al respecto, la policía municipal sí intervino en la manifestación y hubo enfrentamientos.
Después de ello se logró un acuerdo entre empresarios, músicos y gobierno en el que se generó un registro de bandas y se les pidió que solo trabajaran de 11 de la mañana a 7 de la noche, aunque no todas se alinearon a esa petición empresarial y gubernamental.
Parece ser un dilema, pues como la mayoría de las familias de Mazatlán viven del turismo, se podría pensar que tendrían que darle “al cliente lo que pida”; sin embargo, las bandas ya dejaron claro que si se meten con sus tradiciones y su trabajo, no cederán.
Sí. Algunos de los efectos son que provoca el desplazamiento de la población local por el encarecimiento de los servicios, aumenta el costo de la vivienda, se priorizan residencias para visitantes temporales, la población puede perder sentido de pertenencia y puede ocasionar el desplazamiento de comercios, de acuerdo con un el artículo “Gentrificación Turística” de Agustín Cocola-Gant, académico del Centro de Estudos Geográficos en la Universidad de Lisboa.