Cada vez que escuchamos la frase del título de inmediato nos inclinamos hacia el área sentimental. Quién sabe, a lo mejor a alguien se le ocurrió en un contexto amoroso, pero sin duda podemos hacer uso de ella en cualquier tipo de relación que tengamos.
Vivimos en una sociedad que todo el tiempo está glorificando la idea de la compañía constante y que sataniza la idea de la soledad. Si hacemos memoria, desde hace mucho tiempo la noción de estar solas llega a ser vista como una especie de “fracaso”. “Seguro que nadie la quiere”, “tiene depresión”, “es rara”... ¿Qué otros comentarios has escuchado?
La soledad puede ser un regalo disfrazado, porque no hay nada más satisfactorio que estar cómoda en tu propia compañía. Los momentos en los que estás contigo misma ayudan a crecer, a conocer lo que realmente te gusta y lo que no, y por supuesto a descubrir nuestro propio valor.
Esto es esencial, porque cuando tenemos bien claro quiénes somos y cuánto valemos, hacemos consciente que la calidad de nuestras relaciones afecta profundamente nuestra felicidad y bienestar emocional. Es entonces cuando ya no nos conformamos con cualquier tipo de amiga y mucho menos, con cualquier tipo de relación romántica.
A cuántas personas no conoces que por temor a “quedarse solas” toleran relaciones insatisfactorias, violentas o tóxicas. Si hablamos de amigos, la calidad siempre será más importante que la cantidad. Las amistades superficiales pueden llegar a desgastar nuestra autoestima y energía. Ahora sí que como dice mi abuelita, mejor la soledad temporal que la desdicha prolongada.
Me parece, que el mundo en el que vivimos actualmente nos obliga de alguna manera a generar conexiones significativas, pero también a hacer pausas conscientes, no sólo en lo que hacemos sino también con quién lo compartimos.
Buscar espacios a solas y hacer lo que nos gusta sin depender de los tiempos o preferencias de alguien más, es importantísimo si queremos llevarnos a un estado de paz en el que sepamos que no solo está bien caminar solas, sino que también es básico para el autodescubrimiento.