“Uno en definitiva tiene el tamaño de los rivales que elige. Si vos te peleas con un estúpido, es porque sos un estúpido. Cuando yo voy a un asado y el que me provoca es un estúpido, yo no me peleo porque no tengo ganas de ser un estúpido. A lo sumo tendré una discusión y lo podremos charlar”.
Este fragmento forma parte de un video en el que el psicoanalista y autor argentino, Gabriel Rolón, habla sobre las confrontaciones que tenemos con las demás personas. Hace un par de días tuiteé sobre un programa de televisión y por primera vez me enfrenté a recibir comentarios ofensivos, hirientes y exagerados a través de una red social.
Al principio me enganché, luego me asusté y terminé entrando a revisar los dos perfiles de los que había recibido comentarios agresivos, simplemente por emitir mi opinión sobre un programa que me gusta. La descripción de la bio del troll decía algo como: “Sólo estoy aquí para pelear y tirar hate de lo que veo en televisión”. Me sentí taaan tonta.
“¿Por qué de pronto dejé que un comentario malintencionado de una persona que no conozco, que no tiene nada qué hacer y que literalmente está aquí sólo para eso, me hiciera sentir mal?”, pensé.
De inicio me costó trabajo contenerme de escribir una respuesta igual de agresiva a la que había recibido, luego justamente me acordé de lo que cité al inicio de esta columna y eso lo cambió todo.
A veces nos falta trabajar sobre el carácter que nos permite desarrollar la tolerancia, para entender que en ocasiones no es necesario ponernos al nivel del dolor o de la incomodidad. Debemos reflexionar sobre la naturaleza de nuestros conflictos y sobre la importancia de seleccionar con cuidado a aquellos con quienes decidimos enfrentarnos.
No se trata sólo de evitar confrontaciones innecesarias, sino de comprender que nuestras elecciones pueden reflejar, y en cierta medida, definir quiénes somos. Como seres humanos, tenemos un poder inmenso: el de elegir. Elegir cómo enfrentar nuestros desafíos y a quiénes dedicamos nuestra energía.
Es probablemente un ejemplo a pequeña escala de lo que podemos llegar a enfrentar en el día a día. Lo que importa es que antes de cualquier confrontación, recordemos que… “el arte de resistir a las artimañas, es el arte de no caer en la estupidez”.