Por: Cristina Underwood
Muchas veces nos resulta difícil mostrar nuestra vulnerabilidad a las otras personas, compartir nuestros miedos y problemas se convierte en algo inimaginable cuando apenas conocemos a alguien.
Creemos que ser abiertos o sensibles nos hace frágiles, pero si lo pensamos muy bien, justo esa sensibilidad es lo que nos hace humanos. Por esa razón, te comparto este texto, para mostrarte quién soy y decirte que la vulnerabilidad es también valentía y un espejo para los demás. Espero que mis palabras resuenen en ti.
Llevaba más de dos años sintiéndome triste, sin encontrar mi lugar en ninguna parte y tampoco con una razón suficiente para sentirme segura y motivada. No era una cuestión de “echarle ganas”, simplemente me abrumaban muchas cosas. No quería salir de mi casa/refugio y vivía en piloto automático.
Cuando cumplí años, quise vivir una experiencia que cambiara mi perspectiva. A esas alturas no tenía nada que perder y más bien buscaba sentir un alivio momentáneo, lo que viví fue algo diferente y atravesé recuerdos dolorosos que no quería confrontar, pero en ese viaje también había un sonido constante que me hacía sentir segura.
Un sonido que me abrazaba y que me susurraba: tranquila, todo estará bien. No sé cómo describirlo, pero sí puedo decir que me sentía confortable, liviana, me sentía… en paz.
Cuando terminó la experiencia, descubrí que ese sonido compañero era parte de un concierto de cuencos del Himalaya. Poco a poco investigué más y descubrí que las vibraciones que proporcionan esos instrumentos transforman también las vibraciones del agua, por eso tienen una reacción muy fuerte en nuestros cuerpos, ya que somos agua.
Y créeme, no tiene nada que ver con “vibrar alto” o con esta falsa felicidad que nos bombardean constantemente, simplemente es algo incluso científico. La música nos brinda estados de ánimos diferentes, por eso le subimos a todo volumen a una canción que nos ayuda a impulsar nuestra alegría o también nos gusta que nos hunda un poco cuando estamos tristes.
Los cuencos funcionan igual, pero al ser instrumentos no convencionales nos brindan un estado de armonía y equilibrio. A estas vibraciones se les conoce como “paisaje sonoro” y nos sumerge en un estado entre el límite de estar dormidas y conscientes a la vez. Esto nos permite ver figuras, sueños o mensajes; el sonido se convierte en imagen.
Por eso, cada experiencia que tiene una persona con los paisajes sonoros es diferente. Lo especial de ese momento es intentar escuchar la voz de los cuencos, por eso recomiendo que conectemos con una intención para recibir su consejo.
¿Lo mejor? Salí tan tranquila de esa experiencia que estudié para realizar paisajes sonoros y también lo combiné con un breve ritual de la naturaleza para conectar mejor con nosotras, con nuestros deseos, miedos y con todo nuestro alrededor.
Los paisajes sonoros son para todos los que quieren vivir algo diferente: si están abrumados del día a día, preocupados, cansados o simplemente quieren experimentar una tranquilidad o un proceso creativo diferente.
Ser vulnerable, abrir tu corazón a nuevos sonidos y ¡ojo!, no en forma romántica sino teniendo voluntad para vivir cosas nuevas y diferentes.
Si quieres vivir la experiencia, escríbeme, me encantaría realizar una paisaje sonoro exclusivamente para ti.
Cristina Underwood es escritora, cinéfila, facilitadora de paisajes sonoros y directora creativa. Egresada de la carrera de Ciencias de la Comunicación y del diplomado Escritura Creativa por el Colegio de Escritores de Latinoamérica. Es autora del libro infantil Gaby y Emma. Actualmente está en la edición de su poemario Lluvia permanente y co-conduce el podcast Debraye Cinéfilo.