Muchas veces leo en redes sociales y escucho a personas en mi entorno quejarse de que durante las marchas algunas mujeres rayan paredes, pintan monumentos, rompen vidrios o queman espacios públicos. El diario El Heraldo de México preguntó en la red social X, antes Twitter, quién estaba de acuerdo con este tipo de manifestaciones: 47% de las personas encuestadas dijo estar en contra y 46% a favor.
¡Pero es que hemos hecho de todo! Las mujeres hemos protestado de forma silenciosa, con gritos, con canciones, con baile, con coreografías, y nada parece ser suficiente para detener las violencias que se ejercen sistemáticamente contra nosotras.
El hartazgo es tal, que ahora no solo coreamos “somos malas, podemos ser peores” cuando marchamos, buscamos destruir todo lo que represente al Estado y a una sociedad indiferentes frente a los delitos que se cometen contra nosotras. Es decir, hacer uso de la iconoclasia.
Así es, no se trata de vandalismo porque este no lleva ningún tipo de motivación, destruyen por destruir. Mientras que la iconoclasia en el feminismo se trata de la destrucción de símbolos, inmuebles o monumentos con fines políticos o ideológicos; algo que se ha hecho históricamente en diversos movimientos sociales con la intención de conseguir un cambio en el sistema.
En este caso, el objetivo de las mujeres ha sido exigir un alto a la violencia de género y justicia para quienes la han padecido. Por eso es que esas que han usado su rabia para expresarse en las calles no deberían ser sancionadas, además están protegidas por el Artículo 6 de la Constitución Mexicana:
“La manifestación de las ideas no será objeto de ninguna inquisición judicial o administrativa, sino en el caso de que ataque a la moral, la vida privada o los derechos de terceros, provoque algún delito, o perturbe el orden público”.
A pesar de que la mayoría de las manifestaciones del 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, se realizaron de forma pacífica, hubo represiones y detenciones en distintas entidades federativas de nuestro país. Incluso la organización Amnistía Internacional ha pedido, en repetidas ocasiones, que se regule el uso de la fuerza en México durante las manifestaciones porque pone en riesgo el libre ejercicio de varios derechos humanos, entre ellos la libertad de expresión y el derecho a la asociación.
En redes sociales se hicieron virales algunos videos en los que se observan policías agrediendo y sometiendo a algunas mujeres que se manifestaban en Zacatecas. Acciones similares ocurrieron en Durango, Colima, Michoacán, Chihuahua, Ciudad de México, Puebla, Coahuila, Yucatán, Aguascalientes y Nuevo León.
Esas mujeres salieron a las calles para exigir el cese de la violencia contra ellas y en lugar de que se atendieran sus peticiones, las autoridades optaron por agredirlas y revictimizarlas.
¿Por qué encima de tener que cargar con el dolor y el trauma de haber sido violentadas directa o indirectamente, miles de mujeres tienen que lidiar con la incompetencia de las autoridades, con la corrupción, con la impotencia de no tener respuesta a sus peticiones y con la violencia policiaca?