Hace poco me di cuenta de algo: la comodidad puede ser una trampa disfrazada de bienestar. Y lo digo con toda la honestidad del mundo, porque me ha pasado. Creemos que estar cómodas es lo que necesitamos para estar en paz, pero, ¿qué tal si esa misma comodidad es lo que nos mantiene estancadas? A veces, buscar lo seguro y lo conocido nos detiene de vivir experiencias nuevas, de crecer, de descubrir lo que realmente somos capaces de lograr.
Lo entiendo, a todas nos gusta esa sensación de tranquilidad que viene con saber exactamente qué va a pasar (porque sí, no hay nada más horrible que la incertidumbre). No hay sorpresas, no hay caos… pero tampoco hay crecimiento.
Como dijo la autora de Daring Greatly: “La comodidad no es un lugar donde podamos crecer, es donde vamos a estancarnos”. Y eso es exactamente lo que pasa cuando decidimos quedarnos en nuestra zona de confort.
Piensa en las veces que has tomado riesgos, en esos momentos en los que sentías miedo, pero lo hiciste de todas formas. Seguramente, en retrospectiva, te diste cuenta de lo mucho que aprendiste y creciste en esos instantes. Ahí es donde ocurre la magia, no en la calma, sino en el caos, en el cambio y en el desafío. La comodidad puede parecer un refugio, pero también es una cajita de la que debemos salir para ver todo lo que el mundo tiene para ofrecernos.
No se trata de buscar el sufrimiento o el desorden por el simple hecho de rechazar la tranquilidad, sino de estar dispuestas a enfrentar el miedo al cambio y abrazar lo desconocido. El crecimiento personal, el éxito y la felicidad rara vez se encuentran en lo fácil. Siempre están más allá de lo que nos resulta familiar, en ese lugar donde dudamos de nuestras capacidades, pero aun así decidimos avanzar.
Entonces, ¿por qué nos aferramos tanto a la comodidad? Quizá porque es lo que nos han enseñado a desear: la estabilidad como sinónimo de felicidad. Pero la verdadera satisfacción está en el esfuerzo, en los logros que obtenemos después de habernos retado a nosotras mismas.
Al final del día, todo se reduce a una elección: ¿queremos una vida fácil o una vida plena? Porque rara vez podremos tener las dos. Con esto en mente, cuando te sientas tentada a quedarte donde estás simplemente porque es cómodo, pregúntate a ti misma: ¿qué tan lejos podría llegar si me atrevo a dar ese salto? No hay crecimiento en la comodidad, y no hay comodidad en el crecimiento. ¿Qué vamos a elegir?