Hace 50 años se estableció la igualdad jurídica entre hombres y mujeres en nuestra Constitución mexicana, y hace 18 años se publicó la Ley General para la Igualdad entre Mujeres y Hombres. Entonces, ¿de qué servirá el decreto de reforma a la igualdad sustantiva que firmó la presidenta de México, Claudia Sheinbaum el pasado 15 de noviembre? ¿Realmente cambiaría algo?
Primero hay que entender que la igualdad sustantiva es el “acceso al mismo trato y oportunidades, para el reconocimiento, goce o ejercicio de los derechos humanos y las libertades fundamentales”. Y aunque el término ‘sustantiva’ podría parecer una simple palabra, resulta que sus implicaciones son transversales.
De acuerdo con Claudia Pedraza, investigadora de la Universidad La Salle, con ese adjetivo se “obliga al Estado a generar todas las condiciones para que esa igualdad sea factible para todas las mujeres”. ¿Cómo? “Modificando, revisando y poniendo en marcha acciones muy específicas para garantizar esa igualdad. No sólo como derechos sino a través de programas y recursos que estén destinados a ese objetivo”.
A pesar de que las mujeres hemos logrado avances en distintos ámbitos con el reconocimiento de la igualdad jurídica, ha sido insuficiente hablar de un mismo trato para cerrar las brechas de género. Ahora se deberán considerar las diferencias físicas y las construidas socialmente para eliminar las desventajas contextuales e históricas de las mujeres.
Y es que a partir de esta modificación “no solo se trata de que se pueda pelear por un mismo pago (por ejemplo), también para que los efectos de la brecha salarial –que históricamente han dejado a las mujeres fuera del campo laboral– sean atendidos a partir de los propios efectos de la brecha”, según Claudia Pedraza.
Para Flor Rodríguez, directora ejecutiva de la organización Repara Lumea, quitándole el tinte político, se trata de un tema de justicia social con el que hay que “entender que no hemos llegado todas, que son muchas las que vienen atrás, y que justamente son estos obstáculos los que lo impiden; pensemos en la diversidad de mujeres que existimos y no solo en algunas mujeres”.
Pedraza y Rodríguez me explicaron que los cambios se verán a largo plazo. Pero que con la reforma “ya no se deja a la voluntad de los gobiernos municipales o estatales. Deben generarse sí o sí líneas unificadas de acción para todos los niveles de gobierno, considerando los recursos necesarios para que puedan operar”.
Para que esos cambios sean tangibles habrá que prestar atención a la implementación de la reforma, pues “si no hay un cambio en la forma en la que las instituciones se aproximan a las mujeres, cualquier reforma legislativa podría ser meramente simbólica”, señaló Melissa Ayala, coordinadora de documentación y litigio de Gire, a través de la revista Nexos.