Casi a diario Melanie, como es conocida por comunidad en redes sociales, sube fotos, videos o actualizaciones sobre su hija de 3 años. Si no lo hace, sus seguidoras y seguidores preguntan por ella. Desde que nació, la pequeña ha crecido entre los reflectores, pues sus papás son creadores de contenido y se sostienen gracias al dinero que generan en internet. Está acostumbrada e incluso participa en los videos.
Criar a las infancias en la era digital es una tarea compleja. Muchos padres y madres graban y publican de manera habitual información sensible (sin darse cuenta que lo es), ya sea para compartirla con familiares o porque son personalidades del internet y se sienten con la confianza u obligación de mantener al tanto de su vida a la audiencia. El problema es que, aunque puede parecer inofensivo, podría impactar de forma negativa a las niñas y los niños.
Al acto de compartir la vida de las hijas e hijos en redes sociales se le conoce como sharenting y, según la Unicef, es un anglicismo que proviene de share (que en español significa compartir) y parenting (que se refiere a paternidad). La directora del Centro para la infancia y las familias de la Universidad de Florida, Stacey Steinberg, dice que antes de compartir las infancias en internet se debe tener en cuenta que al hacerlo se compromete su seguridad y privacidad.
Además, explica que se pierde la oportunidad de enseñarles la importancia del consentimiento y el respeto a la intimidad: “Cuando compartimos información sobre nuestros hijos en línea sin implicarlos en esa decisión, desaprovechamos una excelente oportunidad para enseñarles con un ejemplo la noción de consentimiento”, señaló.
Algunos adultos podrían tratar de interactuar con ellos o querer hacerles daño. También existe el peligro de que las fotos o videos se usen de forma ilícita o malintencionada. Por ejemplo, para crear memes, generar imágenes negativas que en el futuro pueden impactar en su autopercepción o para modificarlas con inteligencia artificial (IA).
Un ejemplo del uso indebido de imágenes es el caso de Rohee, una niña coreana cuyas fotos se convirtieron en meme; se viralizaron tanto que en 2021 su madre le pidió a WhatsApp que las eliminara de su biblioteca de stickers, ya que de lo contrario iniciaría una demanda. Otro ejemplo es el caso de Diego 'N', un exalumno del Instituto politécnico Nacional que intervino, con ayuda de la IA, fotografías de sus compañeras con fines sexuales para después comercializarlas.
El sharenting también ha hecho que se visibilicen casos de maltrato infantil. Un ejemplo de esto es que hace unos días se dio a conocer que la tiktoker Hannah Hiatt, conocida como "enfermera Hannah", estaba siendo investigada por presunto maltrato contra sus dos hijos, un bebé y un niño de 2 años, después de que publicó dos videos que llamaron mucho la atención.
En el primero se ve cómo Hannah recoge 17 pañales que se encuentran tirados a lo largo de su casa, lo que hizo que mucha gente se preguntara si realmente cuidaba y procuraba a los menores de edad. En el segundo se ve una interacción extraña entre su esposo y su hijo; ambos están en una tienda departamental cuando el hombre acerca un producto a la cara del niño y él se cubre, como protegiéndose.
Otro caso muy popular fue el de Ruby Frankie, que fue condenada a prisión por maltratar a sus hijos a inicios de 2024. Ruby vivía en Utah, Estados Unidos, y dirigía un canal de YouTube muy popular en el que compartía vlogs y consejos para padres y madres. La presión de los miles de usuarios en internet hizo que el caso avanzara y que la sentenciaran.
Franke, de 42 años, se hizo famosa en YouTube en 2015 por su canal "8 Pasajeros", en el que hablaba de la crianza de sus seis hijos. De acuerdo con la BBC, su canal contaba con más de 2 millones de suscriptores antes de ser desactivado en 2022. En el pasado la vloguera se había enfrentado a críticas por las estrictas medidas de crianza que describía en el canal, como cuando dijo que su hijo durmió en un saco de frijoles durante varios meses como castigo y la privación de comidas como otra medida disciplinaria.