Todas estamos cansadas: ¿Por qué nos asusta tanto detenernos a pesar de nuestro agotamiento?
Recuperar la lentitud como una forma de recuperarme a mí
Estoy cansada.
Llevo varios años en un ritmo vertiginoso. Sin pausa. Solo el paso de los días, de las horas, de los pendientes. Hacer y hacer, incluso en la enfermedad, en el delirio, en la tristeza, en el dolor. Continuar. Sentir culpa si me detengo. Llevar mi cuerpo a límites insoportables. Destrozarme. Prometerme que no lo volveré a hacer, que esta vez sí me detendré. Mentir. Volver al vértigo, al cansancio que se acumula, que me hace llorar y ausentarme de mi vida.
En su libro Escrituras rumiantes, la pensadora Lucrecia Masson señala que hay un ritmo devastador impuesto por el capitalismo. Es el ritmo de la producción y nadie puede mantenerse a esa velocidad sin estallar. El problema es que nos han adiestrado para ver hacia adelante, para no ir hacia atrás, para anhelar el “progreso” y sus trampas sustentadas en la explotación de todas las formas de vida.
Masson vuelve a las vacas, a su forma de andar despacito, al largo proceso que atraviesa la comida en sus cuatro estómagos, y afirma que es importante aprender a ser rumiantes. Ella escribe:
"El método rumiante es
lento
perezoso
poco productivo
poco sexy
grande
excesivo de cuero
muy duro
poco delicado
poco refinado
camina lento
es ocioso
dejado
abandonado en sus formas"
De esta manera, la filósofa reivindica la posibilidad de ir despacio. Y es que necesitamos recuperar nuestro ritmo individual, el de cada persona, no el del sistema. Cada una de nosotras tiene su propio ritmo, su propia forma de andar y es esa la que toca escuchar, por eso es tan relevante pelear por las condiciones para tener tiempo de oírnos. De ahí la importancia de propuestas como la reducción de la jornada laboral, de las luchas obreras por tener derecho al descanso.
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¿Quién nos dijo que la meta de nuestra vida es avanzar? Lucrecia Masson invita a no mirar siempre hacia delante, sino a los lados y alrededor. A reconocer la potencia del estancamiento, de la quietud, de ver hacia dentro.
Ella escribe: “La epistemología rumiante no rinde tributo a la visión lineal de la historia. El rumiante se echa a rumiar, y muchas veces también a dormir. No privilegia el estado consciente. Le gusta soñar”.
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En un seminario, justamente en una sesión con Lucrecia Masson, un grupo de chicas que forma parte de una colectiva de mujeres sobrevivientes de feminicidio, nos contaron que llevan años en el proceso de crear una antología con sus relatos. Y una de ellas dijo: “A veces la gente nos cuestiona por el tiempo que nos tardamos. Pero los cuerpos enfermos y deprimidos no avanzamos al mismo ritmo”.
Esto es algo que recupera Johanna Hedva en La teoría de la mujer enferma. Ella recuerda que los cuerpos enfermos no pueden realizar las mismas acciones que los sanos (si es que acaso eso existe). Señala que hay personas que, por más que lo deseen, no pueden salir de sus camas. Y ante la tentación de sentir que debemos arreglarnos cuando vamos más lento, ella grita: “No necesitáis ser arregladas, reinas. Es el mundo el que necesita ser arreglado”.
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El ocio es una forma de dislocar las estructuras de muerte que nos rodean.
El ocio es autocuidado.
El ocio es autodefensa.
El ocio es vital.
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Entre toda esta lluvia de sentires, se me había olvidado contarte que me enfermé. Chance fue Covid-19. La cosa es que ayer, después de dos días sin limpiar mi cuerpo, al fin me bañé. Y me dio por llorar. Ya sé, la frase hecha de las películas gringas: una mujer desnuda que llora en la regadera.
Y con el cuerpo adolorido, agradecí por estar enferma, porque así, y solo así, me detuve. Pero eso simplemente me hizo chillar más: ¿Por qué necesito romperme para poner pausa? ¿Por qué todavía no aprendo a detenerme a tiempo? ¿Por qué me asusta tanto parar?
Por eso, el día de hoy hago un llamado: rumiantes del mundo, manifestémonos en la inconsciencia, en el error, en la imperfección, en la mediocridad, en la pausa. Rumiantes del mundo, perdamos el miedo a fallar, a no ser suficientes o exitosas en términos del capitalismo. Rumiantes del mundo, hay que arrebatarle al trabajo tiempo para nosotras. Rumiantes del mundo, peleemos para que existan condiciones dignas de vida que nos permitan a todas detenernos y descansar.
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Ahora te comparto un pequeño hechizo que me inventé durante estos días. Tal vez también te funcione a ti:
Conjuro para que el cansancio no me ausente de mí misma.
Para que no se lleve mi tacto.
Para que no me arrebate el deseo.
Para que no anule mi nombre.
Conjuro para recordar que existo más allá de este cansancio.
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