Le pedí a una de mis mejores amigas que viera La Sustancia. Hace apenas un ratito me escribió para contarme sus impresiones y para pedirme que le recomendará más pelis de terror hechas por mujeres. Uno de esos momentos gloriosos para los que una se prepara toda la vida.
Luego de soltar una larga lista de cintas que me parecen hermosamente siniestras, decidí que necesitaba contarte esto también a ti. El terror me resulta fascinante en la literatura y el cine, pero es más increíble cuando viene desde la mirada de una mujer. Para mí no hay duda, las cineastas crean películas diferentes, que atraviesan de otra forma, que petrifican e inquietan porque son capaces de evidenciar lo más terrible de nuestra vulnerabilidad.
Y justamente te quiero recomendar tres cintas que se sirven del terror para hablar de temas como la maternidad, el abuso, la soledad y la conflictiva relación con el padre.
La ópera prima de Michelle narra la historia de Valeria, una mujer atrapada en una vida que en realidad nunca deseó. Lo peor comienza cuando se embaraza y descubre que sus huesos crujen, que su vida se astilla, que todo lo que alguna vez pensó de sí misma se desdibuja para dejarla en medio de un cuarto que se incendia, con un ser en el vientre que quisiera arrancarse con las uñas.
Esta peli es un aullido de libertad, un canto para la escena musical dark, un recordatorio de que no hay nada más horroroso que traicionarnos a nosotras mismas. A veces la verdadera pesadilla habita en nuestros cuerpos. Un tema recurrente en el terror hecho por mujeres: el cuerpo como un territorio siniestro, que duele.
Hablando de terror y cuerpo, al igual que Huesera, esta es una cinta de terror corporal que indaga en las huellas de abandono, en el hambre de amor pero, sobre todo, en el sufrimiento que ocasiona relacionarse con un padre ausente, con un padre que no te quiere o no sabe querer.
Esta peli de Julia Ducournau está en mi top cuatro. La amo profundamente. La belleza fotográfica, el guion, el cast, la música: todo es hermoso e incómodo de mirar. Además, la cinta es muy dolorosa: te muestra la vida de una bailarina exótica que se hace pasar por un joven desaparecido. Habita su casa, se vincula con su familia y así, en medio de la mentira, encuentra algo que nunca tuvo y siempre anheló: el amor de un papá.
La soledad, la tristeza, la muerte, la monstruosidad, lo cyborg y el miedo al abandono son algunos de los tópicos que la cinta aborda a través de escenas terribles, sangrientas y fuera de toda lógica.
Esta joya de Jennifer Kent se desarrolla como “una película de fantasmas”, como suele decir mi mamá. Pero, conforme avanza la cinta, descubrirás que no es así, que hay algo mucho más profundo y triste detrás de todo.
Las preguntas obsesivas que se repetían en mi cabeza después de verla eran: ¿Cuántos monstruos es capaz de crear mi mente para protegerme del dolor? ¿Cuántas sombras exteriorizo con tal de no bajar al sótano y enfrentarme a mi herida primordial, esa que de solo pensarla arde?
La sinopsis de la peli dice: “Seis años después de la violenta muerte de su marido, Amelia continúa perdida intentando educar a Samuel, su hijo de seis años, que vive aterrorizado por un monstruo que se le aparece en sueños y amenaza con matarlos. Cuando un inquietante libro de cuentos llamado The Babadook aparece en su casa, Samuel se muestra convencido de que el Babadook es la criatura sobre la que ha estado soñando”.
Pero créeme, cuando termines de verla, entenderás por qué es necesario mirar tu oscuridad antes de que esta te trague.