La frase “quien puede es porque puede y quien no, es porque no puede” se volvió meme célebre y altamente citado durante mis sesiones de terapia y no, no me equivoqué al escribirlo. Sé que deberíamos decir “el que quiere, puede” y aún así seguiría viendo con cierta gracia la expresión por todo lo que deja de lado cuando hablamos de autoexigencia.
De acuerdo con lo que vemos en redes, hay personas que un buen día se levantaron de la cama y dijeron “hoy voy a cambiar” y su vida empezó a sonar cómo Clocks de Coldplay. No dudo de lo inspirador que puede ser, pero no nos explican cómo lo hicieron o cuántos meses o años necesitó la persona para que su vida se percibiera como plena y exitosa. La meta es que tengamos el modelo de cómo debería verse nuestra vida si fuera realmente exitosa y es así que poco a poco aparece en escena la señora sobreexigencia.
Su idea es clara “ten una vida excelente, aprende a destacar y hazlo a través de grandes logros y aportaciones” la puedes identificar en el momento en el que pasas más días sintiendo frustración, cansancio, tristeza, desánimo y apatía. ¿Te sientes terrible después de fallar o cometer un error? ¿Tanto como para querer tirar la toalla? ¿Crees que no eres suficiente para nada? ¿Sientes que ya no eres tú, como si hubieras perdido tu chispa? Puede que te estés sobreexigiendo.
Es cierto que ser capaces de superarnos es algo a lo que se nos invita constantemente, ya sea por los bellos pins en Pinterest, las cuentas minimalistas en Instagram o los GRWM (get ready with me) de TikTok que nos dejan pequeñas vistas del potencial que puede tener nuestra vida si nos aplicamos a ello. Sin embargo, hay una delgada línea, peligrosa de cruzar, cuando tratamos de construir nuestra mejor versión.
Tranqui, nada está totalmente perdido, en realidad puede que más bien requieras si una transformación, pero no del tipo en el que le metes más actividades al calendario y te sometes a regímenes estrictos, corre por colores y papel (o usa tus notas del cel) porque te daré algunas recomendaciones:
Parecerá absurdo, pero la sobreexigencia baja cuando nos vamos dando más permiso de tener momentos en los que no haya metas que cumplir.