Juicio histórico: agresores de Gisèle Pelicot son sentenciados por violencia sexual
Giselè Pelicot acaba de marcar un precedente para las sobrevivientes de violencia sexual en el mundo. Dominique Pelicot, exesposo de la mujer de 72 años, fue condenado por el Tribunal de Aviñón, Francia, a 20 años de prisión, la pena máxima por violarla, drogarla y grabarla sin su consentimiento y por permitir que otros hombres abusaran de ella bajo sumisión química durante nueve años.
En el juicio, que comenzó el 2 de septiembre, también fueron declarados culpables en su mayoría por violación agravada los otros 50 acusados, quienes tienen entre 27 y 74 años. La penas emitidas fueron menores a las solicitadas por la fiscalía y van de los tres y los 15 años de prisión.
Más de una decena de los agresores de Gisèle Pelicot se declararon culpables y la mayoría no niegan que tuvieron relaciones sexuales con ella, pero dijeron que no pensaron que fuera una violación; al contrario, aseguran que fueron engañados, atraídos por su esposo para encuentros entre los tres, y dijeron que creían que fingía estar dormida.
Sin buscarlo, Gisèle Pelicot se convirtió en un ícono feminista y de lucha contra la violencia sexual, pues decidió renunciar a su derecho al anonimato que tienen en Francia las sobrevivientes de delitos sexuales. Al hacerlo, abrió la puerta a una conversación necesaria sobre la cultura de la violación y el uso de drogas sin consentimiento.
"Pienso en las víctimas no reconocidas cuyas historias permanecen a menudo en la sombra. Quiero que sepan ustedes que compartimos la misma batalla (...). Confío en nuestra capacidad de construir colectivamente un futuro en el que todos, mujeres y hombres, puedan vivir con respeto y compresión mutua", declaró a medios de comunicación después de que se dio a conocer la sentencia.
También agradeció por las muestras de apoyo que ha recibido a lo largo del proceso, ya que "le dieron fuerza para acudir cada día a la audiencia", y reconoció el trabajo de sus abogados, de los periodistas que cubrieron el caso y de las asociaciones de ayudan a las víctimas de violencia. Gisèle finalizó su discurso diciendo que su familia, sus tres hijos y sus cuatro nietos, fueron su principal motor: “Ellos son el futuro y por ellos he querido llevar adelante esta batalla”.
La vergüenza cambió de bando
El juicio por este caso se considera un punto de inflexión en la lucha contra la violencia machista. Cada mañana durante las sesiones en el juzgado decenas de mujeres esperaban a Gisèle en el frío otoñal, frente al Tribunal de Aviñón, para recordarle que no estaba sola. Activistas feministas y escritoras incluso le dedicaron cartas que se publicaron en periódicos y en la radio en las que elogian su valentía, su fuerza y su dignidad al enfrentarse a sus agresores.
Gisèle se dirigía a todas ellas para recordarles que tenía "un hombre excepcional" en su vida y no "un monstruo" como algunas personas y medios nombraron a sus violentadores y, en especial a su exesposo: "Estas madres, hermanas, mujeres, han contado que sus hermanos y maridos eran excepcionales. Yo también tenía un hombre excepcional, pero el perfil del violador puede estar en la familia, en los amigos".
Durante el juicio era común ver a los agresores de Gisèle entrar y salir del tribunal. La mayoría, si no es que todos, usaban cubrebocas o prendas que les cubrieran el rostro para no ser reconocidos. Los medios de comunicación no podían revelar su identidad, pues la ley francesa los amparaba, hasta ahora que el caso ha sido cerrado ante un tribunal.
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