La indecisión de la maternidad
La verdadera encrucijada de algunas mujeres
Estoy en una edad en la que es común que la gente me pregunte si quiero tener hijos. Más allá de que sea incómodo -porque no sé si piensan que se me está “yendo el tren”- genuinamente no tengo una respuesta clara. Por supuesto que siempre termino contestando “no sé todavía” y no sólo es para zafarme de la conversación, sino porque de verdad no lo sé.
En este sentido, he pensado y repensado que no existe un espacio para hablar abiertamente o desahogarnos sobre la indecisión de la maternidad, al menos no uno que yo conozca. A ver si me explico, hay grupos de mujeres que tienen clarísimo que NO quieren tener hijos y también aquellas que lo desean con todo su corazón. En ambos casos hay bandos de apoyo.
Entonces, ¿en dónde está el bando de las que se sienten igual de perdidas que yo, que viven con presión social y que tienen que lidiar con rachas en las que se mueren por ser mamás para dos semanas después estar seguras de que no?
La indecisión sobre la maternidad aumenta conforme te haces más grande, porque sabes que “no te queda mucho tiempo”. Ser madre está visto como un hito natural en la vida de las mujeres y por eso siempre nos están bombardeando con la idea de que tener hijos es parte de nuestro destino.
¿Y cuando la certeza no llega qué se hace? Para mí la idea de tener hijos se ha convertido un poco en dilema y ahora no dejo de hacerme muchísimas preguntas del tipo: ¿Estoy lista para ser madre? ¿De verdad quiero sacrificar mi libertad y mis sueños para cuidar de alguien más? ¿Podré darle todo lo que necesita? ¿Y si nace enfermo? ¿Sería una buena madre?
A eso, hay que sumarle los comentarios que muchas veces vienen desde una buena intención, pero que de cualquier forma se convierten en una carga emocional, haciéndote dudar aún más de la situación y de ti misma. “¿Y si te arrepientes después?”, es sin duda, lo que alimenta en gran medida mis miedos e inseguridades.
Y en la indecisión hay varios miedos, te podría enlistar todo aquello que he sobrepensado, desde el parto hasta que se termine el agua, pasando por lo “feo que está el mundo”, dejar a mis papás sin nietos y claro, el divorcio y criar a un ser humano sola. Todavía no sé muy bien cómo soltar estos pensamientos por completo, no es como que me impiden vivir, pero de que estorban, estorban.
Más allá del ruido mental y la presión social, sí tengo muy decidido y trabajado que la decisión que tome, será la que me haga feliz ―A MÍ, EN MAYÚSCULAS―, la que me dé paz y con la que esté dispuesta a vivir los años que me queden.
No hay una respuesta correcta o incorrecta, ni es un destino inevitable. La maternidad es una elección que puede o no ser sólo un capítulo de nuestra vida, pero no todo nuestro libro.
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