Mujeres zapatistas: otro mundo es posible
Sin feminicidios ni desapariciones
Cuando era una niña, no entendía qué significaban las letras EZLN; solo veía imágenes en la televisión en las que figuraban personas encapuchadas, armadas y portando banderas negras con una estrella y con esas iniciales en color rojo.
A mis seis años de edad creía que esas personas eran peligrosas, me provocaban miedo e incertidumbre porque solo mostraban sus ojos. Además, el gobierno federal mandó miles de soldados para intentar acabar con su movimiento. Eso me hizo creer que se trataba de una pelea entre buenos (según yo, el gobierno) y malos (según yo, los encapuchados).
La realidad es que se trataba del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) conformado por mujeres (algo que tampoco noté en su momento) y hombres indígenas cansados y cansadas de ser tratadas con injusticia, de que les quitaran sus tierras y de que no se les tomara en cuenta. Entre esas personas se encontraba la Comandanta Ramona, la primera mujer frente al EZLN.
Ramona nació en la comunidad Tzotzil de San Andrés Sacamch’en de los Pobres, Chiapas, donde bordaba. No sabía leer ni hablar español, pero aprendió a hacerlo con el EZLN. Ella, con sus 1.40m de estatura, y el resto del ejército zapatista, se levantaron en armas en contra del gobierno de Salinas de Gortari el 1 de enero de 1994, y exigieron “democracia, libertad, tierra, paz y justicia”.
Luego de 12 días de enfrentamientos, hubo diálogo entre zapatistas y autoridades mexicanas. Firmaron los acuerdos de San Andrés Larráinzar en los que se les prometió que los pueblos indígenas serían reconocidos constitucionalmente y que podrían ser autónomos, pero nunca les cumplieron.
Lo que sí ganaron
Un día antes del levantamiento, la Comandanta Ramona y la Mayor Ana María dieron a conocer la Ley Revolucionaria de Mujeres con la que consiguieron que las mujeres fueran reconocidas y tratadas con equidad de género y justicia; sí, desde hace 30 años.
Esas mujeres se organizaron y junto con otras escribieron 10 demandas antirracistas, anticapitalistas y antipatriarcales que posteriormente fueron aprobadas por unanimidad en la asamblea del Comité Revolucionario Indígena.
Con esa ley, obtuvieron el derecho a participar en la lucha revolucionaria; a trabajar y recibir un salario digno; a ocupar cargos directivos; a decidir sobre su número de hijos; a participar en los asuntos de la comunidad; a que ellas y sus hijos reciban atención primaria en salud y alimentación; a la educación; a elegir su pareja y no ser casadas obligatoriamente; a que ninguna mujer sea maltratada y a divorciarse si así lo desean. Pero no se quedó en el papel, ¡así viven realmente! 🔥
Las mujeres zapatistas nos recuerdan que vivir en un espacio seguro es posible, y que puede dejar de ser una utopía formar un mundo sin feminicidios y desapariciones. Podríamos empezar considerando las palabras de la Comandanta Ramona:
“Quiero que todas las mujeres despierten y siembren en su corazón la necesidad de organizarse porque con los brazos cruzados no se puede construir el México libre y justo que todos deseamos”.
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