Mendive: la fuerza del afrocubanismo contemporáneo
El lenguaje de cuerpo a través del arte
En la entrega anterior te conté sobre lo caótico de mi reciente viaje a Cuba por las zonas no turísticas de la Habana. Lo cierto es que también vagué por algunos puntos ubicados en el extremo contrario, por ejemplo: el Museo Nacional de Bellas Artes. Un espacio enorme, repleto de pinturas, instalaciones, experiencias audiovisuales y esculturas. Es otra de esas cosas a las que me gusta definir como una utopía ñoña.
El día que fui había una exposición especial dedicada a Mendive, un nombre que en ese momento me sonaba totalmente ajeno. Y fue una potente sorpresa encontrarme con la obra de un artista que, sin duda, se ha convertido en uno de mis favoritos.
Te cuento rápido que Manuel Mendive (La Habana, 1944) es un pintor, grabador y performer que, entre otros galardones, es poseedor del Premio Nacional de Artes Plásticas, 2001. Es también uno de los mayores exponentes del afrocubanismo contemporáneo ―movimiento creado en 1920 con el objetivo de visibilizar la importancia de la identidad negra en la sociedad, la cultura y el arte cubanos―.
Su trabajo es una sinergia multidisciplinaria donde confluyen lo sagrado, lo corporal, lo salvaje y lo erótico. Como hijo de una familia practicante de la santería, su obra se envuelve en este universo y toma prestados muchos símbolos que vuelven a sus piezas un canto tribal que atraviesa la carne y se expande en el ánima. Es una fuerza centrífuga que alude a la naturaleza, a los instintos primigenios, a la vida al desnudo de los cuerpos otros; es decir, aquellas corporalidades del margen.
Su obra plástica es una puerta de acceso a un universo mágico y animal. Me gusta que compartimos la obsesión por los ojos: ojos en todas partes, en lugares injustificados, en espacios imposibles. Así, sus pinturas se llenan de una mirada que se centra en el público. A través de este recurso y del uso de espejos, Mendive mira a quien le mira. Desde un universo ancestral, rompe con la linealidad de la mirada de occidente y ofrece una circularidad de esta.
Mientras veía sus piezas me sentía en el bosque, desnuda, reconociendo el lenguaje de mi piel. Su trabajo es un viaje para preguntar por las raíces, por la fuerza de Eros. Además, sus performance me recordaron especialmente al trabajo del mexicano Lukas Avendaño, por la fuerza, por la rabia, por la puesta en escena de corporalidades no hegemónicas, por la defensa de esas otras formas de existir y caminar en el mundo.
Para Mendive no se puede explicar la vida en Cuba sin hablar de África, por eso sus piezas encuentran vínculos genealógicos y espirituales con ese continente. Es así como mezcla a los dioses yorubas con los seres humanos y crea deidades que caminan en la tierra, que bailan entre el lodo, que sufren y se revuelcan en la hierba.
Mendive es una ventana poderosa para indagar en el universo de Cuba, en su sincretismo, es su riqueza espiritual. Te recomiendo mucho buscar su trabajo y sumergirte en él, en su territorio libre de pecado, libre de culpa.
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