Cuando el ego nos engaña
El verdadero maestro del engaño
Hay momentos en la vida en los que creemos que tenemos todo bajo control. Sentimos que estamos tomando las decisiones correctas, que nuestras opiniones son inamovibles y que nadie podría tener la razón más que nosotras mismas. Ahí, en esos instantes de seguridad absoluta, es cuando el ego está tomando el volante.
El ego, según muchas teorías psicológicas, es esa parte de nuestra mente que busca protección. Quiere asegurarse de que siempre tengamos la razón, de que no nos sintamos pequeñas, de que no nos duela cuando algo o alguien nos confronta. Sin embargo, ese mismo mecanismo de defensa puede convertirse en una trampa. El ego es hábil para hacernos creer que todas nuestras decisiones son correctas, cuando en realidad, no siempre es así.
Dejar que el ego nos engañe puede tener consecuencias profundas. Nos alejamos de personas importantes porque creemos que su crítica es un ataque personal, cuando en realidad, es una oportunidad para crecer. Nos resistimos al cambio porque sentimos que ya lo sabemos todo, que nadie tiene nada que enseñarnos. El ego nos lleva a luchar batallas innecesarias, a defender puntos de vista que, en el fondo, no nos hacen felices, pero que nos mantienen "ganadoras". Lo peor es que nos desconecta de nuestra vulnerabilidad y autenticidad, bloqueando el camino hacia relaciones más genuinas y momentos de paz.
A lo largo de mi vida, he caído en esas trampas más veces de las que me gustaría admitir. He sentido esa necesidad de defender mi postura en una discusión, sabiendo que no tenía toda la información. Me he encontrado justificando decisiones solo para evitar admitir que me equivoqué. Y en cada una de esas ocasiones, el ego estuvo ahí, disfrazado de fuerza, pero en realidad, era miedo: miedo a ser vista como imperfecta o como alguien que no lo tiene todo resuelto.
La psicoterapeuta Tere Díaz lo expresa muy bien: “El ego se interpone en nuestra capacidad de ver la realidad tal cual es. Nos nubla el juicio, nos impide conectar con lo que realmente importa, que es nuestro bienestar emocional y nuestras relaciones”. Y es justo en esa desconexión donde el ego nos juega su peor carta. Nos coloca en una burbuja que, si no somos conscientes, puede alejarnos de nosotras mismas y de lo que verdaderamente valoramos.
Hoy te invito a que reflexiones: ¿cuántas decisiones has tomado en nombre de tu ego? ¿Cuántas veces has defendido algo que en el fondo sabes que no tiene sentido sólo por no “perder”? Cuestionarnos dónde estamos paradas es clave para dejar de ser víctimas de nuestro propio ego. La próxima vez que sientas esa necesidad de tener la última palabra, respira, y pregúntate: ¿es esto lo que realmente quiero? Porque a veces, ganar una discusión no nos hace más felices; lo que realmente necesitamos es soltar, aceptar y aprender.
El ego puede ser una herramienta valiosa si lo entendemos y lo manejamos, pero si lo dejamos descontrolado, nos desvía del camino hacia nuestra mejor versión.
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