Cuando no pasa el “y vivieron felices para siempre”
Lo que nos enseñan las rupturas amorosas
Nos despedimos de este recorrido en el que me han acompañado por el mes “más amoroso” del año con un texto sobre las rupturas amorosas. Hay momentos en la vida cuando conocemos a una persona que se vuelve esa pareja del posible “y vivieron felices para siempre”. Alguien con quien nos damos la oportunidad de proyectarnos hacía cualquier futuro posible, desde el final Disney hasta considerar que el tiempo que dure la relación la viviremos y disfrutaremos al máximo, pero cuando esta termina también se lleva de nuestras manos las expectativas que creamos alrededor de la relación e incluso de la pareja.
Vivir una ruptura amorosa como un duelo no es para nada exagerado, la situación realmente puede implicar una tristeza o decepción inmensa respecto a los cambios que no habíamos contemplado o que no nos sentimos capaces de transitar sin sentirnos mal a cada paso. Después de todo, gran parte de nuestra educación como mujeres suele poner al amor como el epicentro y el logro más grande de nuestra vida por lo que, una vez que este “termina” se siente que la otra persona se ha llevado todo y nos ha dejado vacías, tan vacías que ni siquiera vemos posible ser capaces de amar de nuevo porque “ya lo dimos todo”.
Es cierto que, como dice Coral Herrera, “cada vez somos menos las mujeres que sufrimos por amor y aprendemos sobre nuevas formas de querernos” aunque de repente ese “querernos” lo seguimos pensando hacía como darlo a otras personas, por lo que tener espacio para vernos a nosotras mismas es el verdadero reto.
Lo que aparentemente se ha llevado la otra persona más bien ha quedado escondido debajo de veinte mil colchones como el guisante del cuento. No saldrá de inmediato, la recuperación no sucede en un instante y, en ocasiones eso es lo más desesperante porque afuera sigue una fuerte necesidad por vernos bien todo el tiempo. De por sí es difícil adaptarse a la vida que se asoma por delante sin esa pareja, y viene la cultura de la inmediatez a pedirnos que nos recuperemos tan rápido como sea posible para reintegrarnos al mercado relacional.
Al tener este panorama como parte de nuestra realidad será fundamental permitirnos sentir el remolino de emociones que traiga la experiencia para poder sacar de nuestra mente algunos auto-reclamos que no tardan en hacerse presentes: “Debí haberlo sabido”, “Sé que merezco algo mejor y no sé por qué acepte esta relación”, “Si soy feminista debería saber qué NO es amor”.
Esto último me parece particularmente desalentador ya que, los feminismos como posturas políticas de cambio colectivo surgieron para ayudarnos a cuestionar, resignificar y posibilitar nuevas formas de vivirnos como humanidad. El hecho de que en el espacio terapéutico surjan ideas que caigan en otra nueva forma de exigirnos una absoluta perfección al momento de elegir pareja nos hace saber que aún hay mucho por hacer para reaprender a mirarnos de forma compasiva y comprensiva.
Autocuidado en todo momento
Cuidarnos mientras pasamos por una ruptura puede empezar con tener más espacios en los que te sientas cómoda de platicar las veces que sea necesario sobre qué pasó, cómo, cuándo, desde entonces ¿Cómo has estado tú? Hemos construido cuidado colectivo y eso no nos exenta del cuidado personal. ¿Qué herencias me deja esta persona? ¿Qué ofrecí de mí que me gustaría seguir compartiendo?
Si al inicio hablábamos sobre un “y vivieron felices para siempre” basado en la omnipotencia del amor que nos han enseñado, entonces ahora podemos repensarlo como “el amor no lo es todo” y, aunque suena como una falta de respeto para quienes sienten intensamente, lo cierto es que la ruptura de pareja se abre como una ventana que nos permite comprender por qué el amor romántico no lo es todo, nos ayuda a preguntarnos, ¿en qué se basa mi idea del amor? ¿Cuándo es que realmente creo que eso que hago es amar?
Esta situación puede enseñarte, en palabras de Maya Angelou, lo siguiente: “Ten suficiente coraje para confiar en el amor una vez más y siempre una vez más” porque si tú puedes reconocer lo que hace posible tu forma de amar-cuidar, amar-respetar, amar-aprender, entonces, seguramente, a tu tiempo volverás a conectar y construir relaciones con las que se siente bien ser tú.
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