Día de la Médica y del Médico: notas sobre Gaza, la empatía y la ética
A algunas personas les queda grande y a otras les queda chica la bata
El 23 de octubre se conmemora el Día de la Médica y del Médico. Cuando quieres estudiar medicina, en la mayoría de los casos no sabemos lo que implica, es decir, se nos dice que disecas muertos, ves sangre y desechos humanos, estudias mucho y no tienes vida social.
Si alguien me preguntara qué se necesita para ser doctora, le diría que necesita la capacidad de amar a la humanidad sobre sus convicciones, creencias, religión e ideología. Respetar y preservar la vida y la dignidad; tener la capacidad de dar una consulta a todo tipo de personas, sin importar su condición, idioma, creencia o religión, y nunca abusar del poder que se nos otorga al tener la capacidad de salvar una vida.
Un poco de historia…
En 1929, el médico alemán Ernst Gräfenberg dio a conocer un DIU compuesto de un anillo flexible de seda que se insertaba en el útero para evitar el embarazo. Un año más tarde, ideó un anillo envuelto en plata. Lo que no sabía es que la plata tiene contaminantes de cobre que aumentan su eficacia.
En 1933, con el partido nazi en el poder, Gräfenberg, de origen judío, tuvo que dimitir como jefe de ginecología y obstetricia del hospital municipal Britz-Berlin y cuatro años más tarde fue arrestado por las políticas discrimintorias contra judíos. Estuvo tres años en la cárcel hasta que fue liberado con una elevada fianza pagada con la venta de propiedades y apoyo de amistades y admiradores.
El doctor Gräfenberg también estudió ampliamente el orgasmo femenino, la denominación de punto G viene de su apellido. Vivió en carne propia la discriminación, la injusticia, la privación de la libertad. Vio pacientes, familiares, amigas y amigos ser asesinados por las políticas supremacistas del partido nazi.
Gräfenberg dejó un impacto en la Ginecología y en la lucha por la igualdad. Y a la par de él, coexistió el doctor Josef Mengele, defensor del antisemitismo, la higiene racial y la eugenesia, autor de atrocidades que en algún momento creímos que no volveríamos a presenciar. No puedo imaginar lo que sentiría Gräfenberg si supiera lo que sus descendientes están cometiendo contra el pueblo palestino.
El mundo actual no ha cambiado
¿Qué hacen actualmente los sionistas? Bombardear hospitales, asesinar doctores y doctoras por negarse a abandonar a sus pacientes, bombardear selectivamente familias del personal de salud, prohibir la entrada de agua, comida, combustible y suministros médicos, evacuar al personal médico de un hospital de bebés prematuros y dejarlos morir de hambre, traficar con órganos de prisioneros palestinos.
Las cámaras de gas usadas contra judíos, no causaban el dolor que siente la población palestina al amputarles extremidades sin anestesia por el constante bombardeo por el estado de Israel.
Y es que las redes sociales exponen que la primicia médica de amar a la humanidad no existe en todos los colegas. Hay cartas firmadas de médicos sionistas en Israel, justificando el genocidio. Olvidan que cuando eliges ser doctora, no hay posibilidad de apoyar un genocidio, no hay posibilidad de justificar que la población civil sea atacada, no cabe. No es posible defender la vida cuando se justifica la muerte.
Un neonatólogo recientemente me escribió que defiendo a violadores y asesinos porque subí una publicación reprobando el genocido en Gaza. El neonatólogo es el experto en los bebés prematuros y en el primer mes de vida. ¿Esas 20 mil infancias palestinas asesinadas violaban o tenían armas? Como persona y doctor, nuestra profesión le quedó enorme.
Cuando eres doctora, la empatía no es selectiva. No puedes luchar para erradicar la violencia obstétrica y ginecológica y al mismo tiempo no alzar la voz cuando la mayor población de niñas y niños amputados está en Gaza. Nuestro deber moral y ético es preservar la vida; si no tienes la capacidad de hacerlo, la medicina no es tu camino.
La medicina es una ciencia humanista, así debe serlo. Cuidar la vida también es defender derechos, luchar por la libertad y la alegría. Tener el coraje, como lo hacemos a diario en quirófanos y salas de emergencia, pelear contra la muerte y denunciar a sus aliados: los genocidas y sus bombas.
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