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Entrenamiento para disfrutar la calma

Escrito por Mariana Navarro | 16 diciembre 2024

En este mundo tan acelerado solemos confundir la calma con aburrimiento

Tener amigas realmente se siente como un apapacho, no solo al corazón, sino al alma, pues se convierten en lo que llamamos familia elegida. Estando lejos de ellas es la tecnología la que nos permite continuar con nuestros encuentros, mantenernos al día sobre lo que pasa en nuestras vidas, pero hace poco caí en cuenta que por los últimos cinco años, nuestras reuniones implican platicar sobre todo lo que estaba mal: si hay algún problema con la familia, si la pareja ha hecho algo que nos moleste o incluso de lo horrible que puede ser la realidad de la vida adulta con el panorama tan surrealista que se nos presenta. 

La última vez que platicamos yo me mantuve como escucha atenta, feliz de compartir el momento con ellas, pero algo incómoda porque lo que yo tenía para contar era “bueno”. Todo esto me hizo reflexionar en cómo incluso en el espacio terapéutico las personas consideran la terapia como el lugar para contar solamente todo lo “malo” que está pasando y que cuando nada malo, triste, retador o enojoso ha pasado, entonces simplemente me dicen “es que no sé qué contarte porque todo está bien”.

¡Justo eso! Cuéntame sobre lo que está bien, sin cuestionar por qué hoy no vengo con alguna historia horrible. Esto solo refleja que no sabemos disfrutar la gran cantidad de cosas que pasan dentro del “todo está bien”. Si has leído otra de mis columnas sabrán que el tema de “bien y mal” es algo a lo que invito a cuestionar constantemente, no por la ética o la moral, sino porque nuestro mundo está diseñado para que la vivamos siempre desde los extremos cuando muy probablemente todo tenga sus funciones y razones para existir.

Spoiler alert: no existe una fórmula única para disfrutar la paz

Es probable que por la tendencia de ver lo malo y hablar solo de eso nos cueste más trabajo identificar cuando lo que “está bien” puede significar que estamos en calma y no que nuestra vida esté cayendo en un punto aburrido o falto de “acción”. 

Lo cierto es que no hay fórmula universal que podamos seguir para comenzar a disfrutar la paz, pero si podemos aprender a detenernos para reconocer si cuando “no hay nada que contar” se refiere a que estamos en un momento de nuestra vida en el cual impera la calma.

Primero me parece importante que hagamos consciencia del estrés que vivimos día a día; el objetivo no es que dejemos de sentirlo para disfrutar cuando la vida viene muy tranquila, sino que aprendamos a manejarlo para esto necesitamos nueva información.

Ahora, respecto a la calma: una vez más te invito a cuestionarte para reflexionar. Empieza por revisar qué es a lo que le llamas calma: ¿la piensas como esos momentos en los que no haces nada, te distraes, pierdes el tiempo o simplemente no pasa nada? ¿Recuerdas algún momento en el que hayas experimentado la calma? Si ha sucedido, ¿cómo se traduce en tu cuerpo? Tal vez se sienta ligero, con energía suficiente y sin la presión de correr de un lado a otro.