Tercer mandato de Nicolás Maduro en Venezuela: mujeres en desventaja
El pasado 10 de enero, Nicolás Maduro asumió la presidencia de Venezuela por tercera ocasión consecutiva, a pesar de que no se transparentaron las actas electorales, lo que ha sido cuestionado por observadores independientes como el Centro Carter y el Consejo Permanente de la Organización de los Estados Americanos (OEA).
Maduro continuará en el poder frente a un país que azota más a las mujeres y a las niñas, quienes se han visto abocadas a la dependencia económica en relaciones de malos tratos y a un mayor riesgo de sufrir violencia de género, según el Comité para la Eliminación de la Discriminación contra la Mujer (CEDAW).
Ante un gobierno represor y en medio de una grave crisis económica, más de 7 millones de personas se han visto forzadas a migrar de Venezuela, entre ellas Daniela Mujica, una mujer que salió de su país desde 2010, a los 28 años, con la intención de encontrar una mejor oportunidad, igual que sus amigos cercanos y casi todos sus familiares.
Desde Guadalajara, Jalisco, Daniela me confiesa que para ella el tercer mandato de Maduro representa perder el último clavo de esperanza que tenían de recuperar su país. Pero también significa soledad porque la migración forzada de ella misma y de sus familiares la obligaron a no ver a su madre por ocho años, a su hermana y sobrinos por 13 años, y a su tía por 14 años.
Esa sensación la comparte una de sus amigas, Melina, quien vive en México desde hace 15 años. Ambas consideran que se avecina una gran migración venezolana que dejará el país en ruinas.
Lo que las tiene lejos de Venezuela
Ni Dani ni Meli tienen planes de regresar a su país en donde no siempre tienen luz, agua o gas; en donde asegurar su salud se ha vuelto casi imposible. No ante un mandato que ha sacado a personas de sus casas, que las ha perseguido, detenido y torturado. No cuando el gobierno que ha orillado a muchas y muchos de sus seres queridos a migrar continuará seis años más en el poder.
Las mujeres, quienes mayoritariamente se encargan de los quehaceres domésticos y de cuidado, tienen que ver la forma de sobrevivir. Las tías de Melina lo hicieron un buen tiempo con trueques, su única forma de conseguir leche, aceite, sal o azúcar. Es una lucha constante.
Los deseos de algunas jóvenes han cambiado. ¿Quién va querer tener hijos en un país donde no hay futuro ni medicinas? Para Daniela “las luchas ideológicas quedan mermadas en el tiempo porque ¿cómo vas a pensar en derechos de las mujeres cuando estás batallando para comer?”.
Hay madres que en su desesperación deciden dejar todo en Venezuela, incluidos sus hijos o hijas, con la esperanza de llevarlos con ellas algún día, pero algunas no lo logran. Con o sin descendencia, la mochila emocional que cargan quienes encontraron la forma de establecerse en otro país es muy grande “porque yo estoy bien, pero los míos no. Y no es fácil”, me confiesa Melina.
Desde 2019, un informe de la Oficina de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos sobre Venezuela advirtió que la crisis en Venezuela provocaba mayor peligro para las mujeres como ser víctimas de trata, violencia sexual, discriminación, xenofobia, sexismo, acoso, falta de protección frente a violencia doméstica, violencia de género durante operaciones, entre otras consecuencias.
El miedo de quienes aún habitan Venezuela es tal que ni familiares de Daniela o Melina quisieron hablar sobre lo que viven día a día por miedo a represalias del gobierno madurista.
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