Las cosas que no saben bien cuando se enfrían...
Evitemos que lo que nos importa pierda su esencia
Desde que recuerdo, el café tiene un lugar muy especial en mi vida, no sé si porque me transporta a las sobremesas familiares o porque algunas de las pláticas más increíbles que he tenido, han girado en torno a un montón de tazas. Y si tú como yo compartes este gusto, estarás de acuerdo en que no hay nada más triste que un café frío.
Incluso, el autor japonés Toshikazu Kawaguchi escribió un bestseller que se llama Antes de que se enfríe el café, en el que curiosamente ―y evitando spoilers por si lo quieres leer― una vivencia feliz que las personas buscan desesperadamente, se termina en el momento en el que su café se enfría. No pude evitar pensar en todas aquellas cosas en la vida, que como el café, pierden su esencia cuando se enfrían. Las relaciones personales, por ejemplo, entran perfectamente en esta analogía. Al inicio de una relación, ya sea de amistad o amorosa, todo es nuevo y emocionante. Nos dedicamos tiempo, compartimos historias, sueños y risas. Pero conforme pasa el tiempo, si no cuidamos ese vínculo, si dejamos que la rutina y la falta de atención se apoderen, la relación se enfría. No nos damos cuenta en qué momento se perdió la chispa y la conexión emocional se desvaneció. Y si has pasado por ahí, sabes de sobra que cuando llegamos a ese punto, es muy difícil recapturar la magia original.
Otro aspecto es la pasión por nuestras metas o proyectos. Cuando arrancamos estamos llenos de energía, ideas y entusiasmo y pareciera que todo lo tenemos clarísimo. Pero ¿qué pasa cuando los obstáculos aparecen y los resultados no llegan tan rápido o no son lo que esperamos?
La desesperación y el desánimo enfrían el entusiasmo transformando nuestros sueños en simples tareas pendientes, que además dejamos incompletas. Cuando esto pase, hay que recordar por qué empezamos en primer lugar y encontrar formas de reavivar la llama de nuestra motivación.
Por último, la importancia de expresar nuestros sentimientos. Siempre digo que el tiempo contesta a tus preguntas o hace que ya no te interesan las respuestas, pero cuando no decimos lo que traemos atorado, soltar es más complicado.
A veces evitamos confrontar o tener conversaciones difíciles esperando el momento adecuado, pero este nunca llega o cuando “llega” ya es demasiado tarde. Ya no sentimos lo mismo, ya nos da igual o ya nos generó malestar, provocando desgaste en cualquier aspecto.
Esto sólo es un recordatorio de que debemos ser proactivas sobre todo con lo que valoramos. No dejar que la inercia y el tiempo apaguen el calor de lo que realmente nos importa. Y aunque el café se puede recalentar, no siempre va a saber igual…
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