"Sobre el duelo": una guía para nombrar la herida
Decir adiós nunca se vuelve fácil
Las fases del duelo son cinco: negación, ira, negociación, depresión y aceptación. Una serie de pasos que conducen al cielo para soltar y dejar fluir. Lo que se guarda en secreto es que cada fase puede alargarse por años, en una especie de bucle donde los recuerdos se fagocitan a sí mismos.
Luego están las condolencias en Facebook, los pésames a toda velocidad en la tienda de la esquina y las llamadas repletas de frases lastimeras. Pero, sobre todo, está la soledad: el cuarto desordenado, los Klennex en el suelo y un cuerpo que intenta pelear contra su propia memoria. En esos momentos de aflicción es Chimamanda Ngozi Adichie, mediante su libro Sobre el duelo, una de las únicas personas con las palabras exactas para acompañar el sufrimiento que sobreviene luego de perder a un ser amado.
En este texto Chimamanda narra el duelo que atravesó tras la muerte de su padre en medio de la pandemia por Covid-19. Ella estaba en Estados Unidos y el cadáver de su papá en Sudáfrica, detrás de una frontera clausurada por el virus. La imposibilidad de ir al velorio fue la circunstancia que construyó un amplio puente entre la pérdida real y la fantasía. La autora oscilaba entre la desesperación de no volver a interactuar con su padre y entre la sensación de que todavía seguía con ella.
Sobre el duelo explora los alcances tétricos de la época contemporánea. Por ejemplo, Chimamanda despide a su padre a través de una videollamada: “Nuestra llamada por Zoom sobrepasa el surrealismo, todos lloramos y lloramos sin parar desde diferentes lugares del mundo, contemplando sin dar crédito al padre adorado que yace inmóvil en una cama de hospital”.
Ella resalta cómo el mundo online viene acompañado de un tiempo maniático donde el mayor pecado es detenerse; las licencias de recuperación se limitan cada vez más, la exigencia social por “estar bien” es un taladro cotidiano y la cuota de producción imposible de evadir. En las fases oscuras es evidente que nada se detiene y, aún peor, que ni siquiera una misma tiene el permiso para poner una pausa significativa.
Este texto se sumerge en la extrañeza de vivir para reconfigurar la muerte. Habla con un dialecto sostenido por la entraña, entendido por la cicatriz. Además, el texto medita sobre el mutismo y las palabras: “La pena es un tipo de enseñanza cruel. Aprendes lo poco amable que puede ser el duelo, lo lleno de rabia que puede estar. […] Aprendes lo mucho que tiene que ver la pena con el lenguaje, con la incapacidad del lenguaje y con la necesidad del lenguaje”.
Es complicadísimo leer este libro sin evocar la serie de funerales marcados en el pasaporte íntimo; complicadísimo no conectar con el enojo, el desamparo y la desesperación de Adichie; complicadísimo atravesar las páginas sin ningún rasguño. Emile Cioran aseguraba que “un libro tiene que hurgar en las heridas, incluso provocarlas”, y me parece que esta es una de esas obras; no solo explora la huella de dolor, también abre nuevas heridas, aunque lo hace desde un lugar que no se siente violento, sino más bien chamánico. Con esto me refiero a un proceso que guía para enfrentar las viejas llagas a sabiendas de lo hiriente, incluso aterrador, que esto puede resultar.
Otro de los puntos que me ha seducido de este libro es que no intenta colorear un hecho tan sensible, no romantiza la sanación, no da consejos o lecciones morales. En un mundo de masas donde la exigencia de la curación es tan brutal como la enfermedad, es emocionante encontrar un texto que acompaña el quebranto y lo entiende y lo arropa y logra materializarlo. La obra está compuesta por un montón de frases que en realidad son rezos para transitar la tristeza.
Chimamanda se lamenta: “Estoy escribiendo sobre mi padre en pasado, y no puedo creer que esté escribiendo sobre mi padre en pasado”, y con ello nos grita: ¡Este no es un libro de autosuperación, es un libro sobre la dolorosa sorpresa de habitar este plano y perder!
En tiempos de muerte como los que se viven actualmente, Sobre el duelo se presenta como una especie de biblia posmoderna para nombrar la herida.
Es un acompañamiento radical.
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