“Nuestra parte de noche”: un libro para volver a creer en fantasmas
Mariana Enríquez, la bruja mayor de la literatura contemporánea
“Tenés algo mío, ojalá no sea maldito, no sé si puedo dejarte algo que no esté sucio, que no sea oscuro,
nuestra parte de noche”.
-Mariana Enríquez
Recién terminé de leer Nuestra parte de noche, de Mariana Enríquez. Luego de cerrar el libro me quedé casi media hora mirando la pared. Era como estar en otro lugar, en un espacio de sombras donde intentaba darle forma a todo lo que había pasado en la mejor novela que he leído este año.
Y no solo eso, también se acaba de convertir en uno de mis libros favoritos. No hay más. Me hizo sentir todo: miedo, rabia, tristeza, deseo, felicidad. Fue un viaje maravilloso y me vuela la cabeza cuando pienso en cómo Mariana fue capaz de crear algo así, tan salvaje, tan siniestro, tan hermoso.
Por primera vez no me asustan los adjetivos. Los pongo segura de que son las palabras indicadas, los recursos necesarios a falta de otro términos para expresar con certeza todo lo que se desborda en mí después de esta novela.
Más allá de mi drama de fanática, te voy a contar un poquito de qué va. Prometo guardar todos los spoilers. Nuestra parte de noche es una novela de terror ―ganadora del Premio Herralde Novela 2019― que narra la historia de Juan, un médium, y su hijo Gaspar. Juan intenta, cueste lo que cueste, alejar a su primogénito de la familia de su esposa, que es un grupo de gente con una religión que adora a la Oscuridad.
Durante las 667 páginas del libro, Mariana indaga en las muchas formas de lo oscuro: la de los ritos satánicos y las invocaciones nocturnas; la de la depresión, el duelo y la soledad; la del alcoholismo y lo enfermo; la de un país violento repleto de pobreza, desapariciones forzadas, impunidad y fosas clandestinas.
Llena de referencias al cine, la poesía y la música, la narración del texto se sumerge en lo más hondo y terrible de lo humano. Eso es lo verdaderamente perturbador; la capacidad del libro para obligarte a mirar los espacios más vulnerables que te habitan.
A través de la ficción, Enríquez también desentraña los hilos corroídos que tejen a las familias. Entendiendo a ésta como un territorio de secretos, de silencios, de muchas fallas y rencores que se quedan guardadas en el pecho.
Es evidente que la autora realizó una investigación profunda acerca de dioses paganos, magia negra y ocultismo. Además, en esta exploración por lo oscuro, no solo hay una crítica a los sistemas políticos de muerte que aún dominan el mundo, sino que también hay una búsqueda por la luz: "Es extraño que piense en luz, porque siempre me explicaron que somos para la oscuridad".
Los personajes principales, a su modo, intentan dejar atrás las cavernas, tratan de aferrarse al amor, a la vida, pero hay algo que les jala, que no les permite escapar de sí mismos: para vivir tienes que aprender a dejar ir a tus muertos, le dice Marita a Gaspar. Y más adelante, él confesará que hay fantasmas imposibles de soltar.
Las heridas de la infancia, los estragos de la dictadura en Argentina, los trastornos mentales, la homosexualidad y la pandemia del VIH, el arte como escapatoria, la música y el sexo, las cartas del tarot y David Bowie; todos tópicos que se unen para construir un universo que envuelve por completo.
Había instantes en los que simplemente ardía de ganas por volver a mi casa para leer el libro. Me tiraba por horas con él sobre mis piernas. La música en los audífonos. Mi cuerpo tibio, muy tibio, y las palabras ahí, flotando a mi alrededor.
En esta novela es evidente el oficio de Mariana, la belleza de su escritura, su capacidad imposible de arrastrarte hasta donde ella quiere. Nuestra parte de noche es un libro salvaje. Es brutal. Te invita a mirar tu propia sombra, a cuestionarte si tus oscuridades son casas en llamas o un bosque donde se puede habitar.
Hay muchos tipos de tinieblas, dice Enríquez, y también diversas formas de habitar la noche. Huir nunca alcanza. La luna siempre vuelve por aquello que le pertenece: “Tres cuartas partes del universo son oscuridad. Hay mucha más oscuridad que luz sobre nosotros”.
Y nada, que Mariana Enríquez nos dure infinitamente. ¡Qué viva siempre nuestra bruja más bruja de la literatura contemporánea!
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