Todo lo que Shakira me enseñó sobre la poesía
Pies descalzos y la poesía confesional
Servicio de Lavandería, ¿Dónde están los ladrones?, Pies descalzos o Fijación oral son álbumes que me acompañaron durante la infancia. A mi papá le gustaba mucho Shakira y yo me robaba sus discos para escucharlos en la grabadora que me regaló mi hermano cuando le compraron un estéreo enorme que hacía enojar a los vecinos.
El cielo está cansado ya de ver, la lluvia caer… Me recuerdo escuchando sus rolas, cantando con lágrimas en los ojos mientras invocaba el recuerdo del niño del que estaba enamorada en ese momento. Oír a la Shaki era como un abrazo calientito, sus palabras me envolvían de una manera que no había reconocido antes.
“Siento que no tengo fuerzas ya para saltar y agarrar el sol, y por más que yo lo intente no me escucho ni mi propia voz”, cantaba Shakira y oírla era un éxtasis absoluto. Escribí mis primeros poemas acompañada de sus discos.
Alguna vez, una de mis amigas dijo: "Shakira es mi poeta favorita". Esto provocó una risotada entre quienes la escuchamos. Ahora me doy cuenta de lo real de sus palabras. Yo podría decir, sin lugar a dudas, que Shakira es una de mis poetas confesionales favoritas.
Actualmente, en el mundillo literario, hay una pelea infinita respecto a la “poesía confesional”, que es una forma de escribir donde el Yo poético se desnuda frente a las lectoras. Quienes hacen uso de este género hablan de sus vivencias más profundas, sus traumas, sucesos caóticos o pornográficos, sin ninguna censura.
Poetas como Plath, Sexton o el propio Ginsberg, acudían a sus experiencias homosexuales, la masturbación o la locura para generar la arcilla que le daría forma a sus poemas. Plath y Sexton, por ejemplo, no tenían problema con hablar del aborto o la menstruación, temas que eran tabúes para la época y que nadie se había atrevido a nombrar de una manera tan directa.
El término “poesía confesional” fue usado por primera vez en el año de 1959, por el norteamericano Macha Louis Rosenthal, quien lo usó para reseñar un libro de Robert Lowell. Lo cierto es que Rosenthal no aplaudió demasiado esta forma de escritura, a la cual consideraba “limitada”.
Como entonces y como ahora, hay muchas personas que siguen apostando por la universalidad como la forma de escribir literatura realmente “elevada”. En pocas palabras, les parece que hablar desde el yo es una muestra de narcisismo y una manera de cortarle las alas a lo que entienden por literatura.
Algo así sucedió durante la época de la dictadura con los movimientos de poetas chilenas, quienes en medio del horror escribían sobre sus cuerpos, sus hogares y sus miedos. Rápidamente su trabajo fue descalificado por los "señoros" de siempre, quienes decían que sus textos eran “cosas de mujeres”. Aún es difícil que ciertos grupos comprendan la potencia de hablar de nuestras camas, de las pesadillas que experimentamos en la carne, y de la capacidad transformadora que hay en lo cotidiano.
A mí me parece hermoso escribirle un poema a una hoja, a una libreta, o hacer una canción como Pienso en ti, donde Shakira habla de ese vacío que le crece en el pecho cuando la persona que ama está lejos. Y no es idiota, y no es menor, es una experiencia que vale la pena ser nombrada mil veces.
La música de Shakira se sirve de sus propias experiencias para crear rolas en las que una puede mirarse. Habla del deseo, del aborto, del miedo y de Marx; hace crítica política o le apuesta al reguetón, al lenguaje de la calle, el que no le gusta a los intelectuales. Que, por cierto, otra característica de la poesía confesional, es que transgredió los límites académicos para sumergirse en otras formas de hacer poemas menos convencionales y mal portados.
Para personajes como Michel Foucault el confesionalismo era una técnica para producir verdad. Encontraba en esta poesía otra forma del ritual. Como él, poco a poco, diferentes autores y pensadores encontraron en el confesionalismo un espacio para acercarse a la realidad con una voz absolutamente corporal. Y eso es algo que siento con mucho entusiasmo en la música de la Shaki, una corporalidad sal-va-je.
La obra de Shakira también está habitada por un “Yo” que habla de facturar, de llorar en una habitación, de ser madre, del goce y el desamor, de la rebeldía frente a una sociedad patriarcal. Pensar en Shaki me hace evocar un poema de la Sexton que dice:
He salido al mundo, una bruja poseída,
rondando el aire negro, más valiente por ello;
soñando el mal, he sobrevolado
las casas planas, de luz en luz:
pobre solitaria, con mis doce dedos, enajenada.
Una mujer así no es una mujer, lo sé.
Yo he sido de ésas.
Y sí, las mujeres así no le temen a ser lobas, a hablar de sus experiencias y encontrar formas múltiples de hacer poesía. Porque la poesía no es una serie de palabras inentendibles que le hablan solamente a señores con corbatines anticuados y doctorados en sus armarios. La poesía, la que está viva, es la que se comunica con las personas de a pie, que se transforma, que suena tumbada, que sabe conectar con quienes conocen el sabor de un azulito y el picor de una camisa corroída por la humedad. Eso también me lo enseñó Shakira.
Ella me mostró todos esos dolores de los que puede hablarme una pared, todos los poemas que habitan en las moscas.
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