Mis crisis de los 30
¿Señora de las tres décadas?
Desde hace casi cuatro años entré a la temida y llena de clichés época de los 30. Y vivía atemorizada por todo lo que gira alrededor de este lapso, que si “ya te tienes que casar”, que si “hay que tener la vida resuelta”, que si “se te acaba el tiempo para tener hijos” y una serie de responsabilidades infinitas para las que no me siento lista.
Haciendo un ejercicio de introspección, me siento muy orgullosa de todo lo que he logrado a nivel personal y profesional en este momento de mi vida, pero para nada estoy a punto de comprar una casa, convertirme en madre o planear mi boda.
Durante mucho tiempo pensé que existía LA crisis de los 30 y me la pasaba pensando en qué momento me iba a llegar. Hasta que, el otro día, uno de esos que llegué agotada del trabajo, me acosté en el sillón, viendo al techo, como seguramente tú también lo has hecho y quise renunciar a todo y a todos. Entonces me cayó el veinte de todas las veces que he tenido pequeñas crisis y las quiero enlistar porque estoy muy segura de que te vas a sentir identificada al menos con una.
1. Voy a emprender
Porque claro, ya quiero dedicar mi tiempo, inteligencia y esfuerzo en algo que sea sólo mío. Ya no quiero darle explicaciones a nadie ni estresarme, como si un negocio propio no me fuera a dar estrés…
2. Renunciar e irme a viajar por el mundo
Es “el momento perfecto”, porque no tengo una responsabilidad más grande (a.k.a. hijos o hijas). Total, si algo sale mal, me regreso. Y ¿de qué voy a vivir?, equis, no pasa nada, allá veo. ¿Por dónde voy a empezar? ¿tengo suficiente dinero? ¿Y si algo le pasa a mis papás mientras estoy lejos? Mejor me espero otro año…
3. Me voy a quedar sola para siempre
¿Y si no encuentro a nadie nunca? Ya llevo mucho tiempo soltera y nadie me gusta… Y cuando me gusta alguien, siempre le encuentro algo. ¿Será que tengo que tratar esto en terapia? ¿Cómo le hacen los demás para conocer gente? Ahh, pero si me voy de viaje, seguro encuentro el amor en otro país, jajajaja…
4. Regresarme a vivir con mis papás
La verdad, es la menos realista, creo que estoy tan acostumbrada a mi espacio y a mi propia casa, que no lo haría, pero tiene que estar en la lista, porque sería mentira decir que cuando siento que la vida me rebasa, no pasa por mi cabeza regresar a los brazos de quienes más me aman y olvidarme de que soy una mujer adulta.
No seguiré alargando esta lista, porque créeme, da para mucho. Lo que sí quiero hacerte saber es que no hay una edad para tener “crisis” y está perfecto que surjan en cualquier momento de la vida, porque estos escenarios son la mejor brújula para saber hacia dónde movernos.
Las mías, puede que sean tonterías, pero no dejan de agobiarme. Tratemos de que sean la base para crear algo nuevo, para cambiar direcciones, actitudes y transformar lo que no nos gusta en algo que nos encante. Yo voy a dejar que sigan existiendo en mi cabeza, porque quién sabe, en una de esas mis siguientes columnas son desde el otro lado del mundo.
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