Por: Martha García Torres Landa/Violetta
La sensibilidad y vulnerabilidad no son sinónimos de debilidad
Durante nuestra infancia cuántas veces no escuchamos: ¡Deja de llorar! ¡Llorando no vas a resolver nada! ¡Necesitas ser fuerte! ¡No aguantas nada! y muchas más frases parecidas a estas. ¿Cuántas veces se nos repitió que era mejor “hacer como si no estuviera pasando nada”? ¿Cuántas veces se nos exigió “actuar normal” ante situaciones que eran tristes o difíciles?
Desde la antigüedad se pensaba que si sentíamos mucho o sentíamos emociones que se creían no placenteras como tristeza, enojo, confusión, y más, perdíamos el control sobre nuestra persona, lo que conducía a tomar malas decisiones. Lo que llevó a que socialmente fuera creciendo un estigma y un estereotipo donde la vulnerabilidad y la sensibilidad era vista como una desventaja.
Hoy en día se sigue pensando que una persona que es muy sentimental carece de juicio acertado, de fortaleza, es muy vulnerable o incluso no tiene poder para tomar decisiones. Sin embargo, nuestras emociones no desaparecen solo porque así lo deseemos o finjamos; obligarnos bajo un estatuto social como este solo lo vuelve todo más confuso.
Cuando las emociones no son transitadas en el momento que aparecen solo las acumulamos, reprimimos e incluso somatizamos causándonos problemas de salud graves. La evasión y la negación son actitudes que solo aplazan lo inevitable. Al final del día, las emociones salen sí porque sí, sólo que está en nuestras personas escoger cómo.
Por lo tanto esto lleva a replantearnos, si realmente seguir creyendo que fingir que no sentimos o tragarnos ese sentir es fortaleza y no al contrario. Llorar, expresar lo que sentimos, y vivir nuestras emociones es lo que en realidad nos conduce a estar bien, porque la verdadera fuerza se encuentra en reconocerse vulnerable. Transitar nuestras emociones siempre nos ayudará a comprendernos mejor y poder acomodar cada cosa en su lugar.
Llorar y sentir las emociones que no son fáciles de manejar es lo más valiente que podemos hacer, pero para esto necesitamos resignificar qué representa llorar, sentirse triste o sentirse mal. Llorar y estar triste más que señales de vulnerabilidad o de no poder soportar lo que nos sucede son una necesidad para desahogarnos e incluso despresurizar nuestro sistema nervioso, lo que conduce a poder calmarnos y tener mayor claridad mental.
Conocernos enteramente, no sólo física sino emocionalmente, ser conscientes de lo que nos pasa por dentro y saber gestionar nuestras emociones no es tarea fácil. Aprender que estar mal, está bien y es necesario para poder estar mejor, tampoco es sencillo. De la misma forma, pasar por el proceso de identificar qué nos produjo esas emociones y encontrar la forma de colocarlo dentro de nuestro balance personal es complejo.
Así que, preguntémonos cómo la sensibilidad podría ser sinónimo de debilidad, si involucra mucho trabajo personal y esfuerzo. En cambio fingir que todo está bajo control todo el tiempo solo lleva a desplazar emociones que tarde o temprano cobran factura.
Consecuentemente, hay que darle la vuelta a la preconcepción de la debilidad en sentir nuestras emociones ya que la sensibilidad nos aporta mucho y reconocernos vulnerables es un triunfo. Además, recuerda que Violetta existe para ayudarnos a identificar, transitar y vivir estás emociones.
Sobre la autora
Martha García Torres Landa cuenta con una Licenciatura en Relaciones Internacionales. Desde diciembre del 2020 es investigadora, analista y escritora dentro de la asociación civil de Violetta, donde se enfoca en temas de derechos humanos, feminismo interseccional, tipos de violencia de género y procesos emocionales.
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