Antidepresivos y ansiolíticos: peligrosos “aliados”
Tampoco se trata de satanizar el uso de medicamentos antidepresivos
Hace poco platiqué con una amiga que me contó sobre una persona que había recibido el diagnóstico de depresión y que el psiquiatra le había recetado clonazepam. Al ser uno de los ansiolíticos que más se prescriben, no me pareció que fuera un escenario extraño hasta que mi amiga comentó que esta persona ha dejado de ir con su psiquiatra, así que cuando se siente mal solamente aumenta la dosis del fármaco y al tener resultados casi inmediatos, se ha mantenido con este autotratamiento.
Ya supondrán a dónde me llevó esto: el clonazepam es parte del grupo de benzodiazepinas que son aquellos medicamentos que actúan directamente sobre el sistema nervioso central. Su función es relajar los músculos, disminuir convulsiones y producir un efecto de adormecimiento y por lo tanto ayudar a conciliar el sueño.
Debido a sus efectos secundarios como náuseas, diarrea, somnolencia e incluso deficiencia respiratoria, tanto los antidepresivos como los ansiolíticos son medicamentos controlados que únicamente son recetados por especialistas de la salud que, además son los únicos que cuentan con la formación necesaria para indicar la dosis adecuada para cada persona considerando su padecimientos así como peso, edad y otros elementos cruciales del tratamiento.
Otro dato importante de cualquier tratamiento psiquiátrico es que debe ser acompañado por un proceso psicológico, ya que del lado de las terapeutas lo que hacemos es promover el desarrollo de habilidades que permitan a las personas crear más opciones de cómo reaccionar a diferentes escenarios, así como reconocer sus emociones para poder manejarlas de una manera más funcional.
Pensar en un proceso terapéutico es saber que no hay medidas de tiempo “exactas” ni soluciones mágicas e inmediatas. Mientras trabajamos en nuestras habilidades cognitivas también nos enfrentamos con una realidad social que nos empuja a “recuperarnos rápido” para volver a ser funcionales y no solo eso, el hecho de que busquemos la pronta mejoría es totalmente entendible porque cualquier trastorno físico o mental es muy abrumador y retador.
Sin embargo, buscar soluciones de rápido efecto a la larga pueden llevarnos a la dependencia y adicción, además de desencadenar otras situaciones que requieren más cuidados.
No se trata de satanizar el uso de estos fármacos, sino reconocer que, aunque pueden ser aliados o una parte necesaria, más no vital para nuestra salud mental, el lugar que les damos funge como paliativo a un trabajo más profundo y constante sobre reconocer lo que somos y sentimos.
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