Me guardo un poquito de fe
Durante este año, tuve la oportunidad de conocer a personas maravillosas que llegaban con la duda de si ya estaba todo perdido, si habían tardado demasiado en reaccionar o si lo que les pasaba era algo real. A nivel nacional se pudo notar que la depresión y la ansiedad estuvieron a la alza entre las mujeres.
De acuerdo con el Observatorio Mexicano de Salud Mental y Adicciones, al menos 73.4 % de las mujeres fueron atendidas por crisis de ansiedad, mientras que 78.8 % representaban al grupo que recibía diagnóstico de depresión.
Sin duda el panorama de salud mental que aparece ante las generaciones millenial y Z es retador por los cambios a los que nos enfrentamos como país más los que estamos trabajando por generar. Parte de los cambios que esperamos generar en las personas más jóvenes es dejar de sobreexigirse y crearse expectativas inalcanzables de lo que debería ser su vida según tradiciones muchas veces sesgadas por el machismo, la misoginia y la discriminación.
De forma aislada sabemos que hay momentos en la vida en los que creemos que no tenemos orden, dirección o propósito. Puede ser una sensación que se fue incubando durante un tiempo de forma silenciosa hasta que llega a un punto en el que se vuelve insostenible.
Aprendimos desde niñas a cuestionar nuestro valor o si lo que hacemos es suficiente para seguir adelante sin darnos las oportunidades necesarias para considerar nuestras opciones y lo que realmente se alinea con nuestros deseos, necesidades y conveniencia.
¿Por qué guardar un poquito de fe?
Ante lo viejo, es necesario retomar conceptos como el del amor propio, un tema que por cierto fue muy exprimido hace años cuando se trataban de vender productos o “experiencias” que llenaban de requisitos poder decir que nos queríamos a nosotras mismas; simplemente no se nos daba información sobre cómo se construye o si hay más de una forma de lograrlo.
El caso es que el amor propio a veces es una esencia silenciosa, esa a la que llamamos intuición que nos impulsa a movernos de lugares en los que es más doloroso lo que se vive qué el crecimiento disponible.
El amor propio aparece como un voto de confianza que nos damos a nosotras mismas, una forma sutil en la que nos hacemos saber que nos guardamos un poquito de fe, la suficiente para pedir ayuda, compartir lo que nos pasa, alejarnos de cosas, personas o lugares, así como de repensar nuestros hábitos y qué tanto nos han ayudado hasta ahora.
Deseo de corazón que apenas sea 31 de diciembre puedan darse un momento para prometerse ir a su tiempo, sin prisas por agarrar de lleno el 2025, sin miedo porque sea peor, no lo será en absoluto, pues ahora es más nuestro deseo por construir desde el amor y la comprensión que por dejar las cosas como están.
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