Pensarnos iguales: personas con discapacidad
Podemos lograr mucho sin que la motivación esté al inicio
Mañana 3 de diciembre se conmemora el Día Internacional de las personas con discapacidad, un grupo de personas que sin duda experimentan innumerables malentendidos y asunciones por parte de la población sin discapacidad ¿Cómo se representa a dicha población en México?
En 2022, la población mexicana con discapacidad estaba compuesta por 20 millones 838 mil 108 personas, la minoría más grande que existe en nuestro país y que para 2023 redujo considerablemente a 8.9 millones de personas, de las cuales 53.4% eran mujeres y 46.6% hombres. Más allá de los números, ¿alguna vez se han detenido a cuestionarse si las personas con Síndrome de Down son angelitos? ¿Las personas sordas escuchan mejor si les gritas? ¿Un ciego siempre necesita ayuda para desplazarse? ¿Las personas con retraso en el desarrollo son tontas?
Es claro que estas ideas, aunque viejas, de cierta manera continúan permeando en nuestra sociedad al momento de interactuar con una persona que vive con una discapacidad. Parece algo pequeño, casi insignificante, pero en los últimos años nos hemos hecho más conscientes sobre la importancia del lenguaje y su uso para poder comprender que se necesitan formas diferentes de pensar en estas interacciones.
De hecho, una de las principales razones por las que la ONU determinó en 2006 que se utilizará el concepto de persona con discapacidad fue porque decir “minusválidos o discapacitados” era usar términos que inevitablemente reducían a la persona a solo ser reconocida o vista dependiendo de su condición física o mental.
¿Qué pasa con los conceptos de personas con capacidades diferentes o necesidades especiales?
Las barreras que nos hacen hablar de discapacidad realmente provienen de la interacción entre las personas, pues aún estamos lejos de ser plenamente conscientes de la diversidad que hay en la humanidad. De acuerdo con esto, no existen personas con capacidades diferentes o necesidades especiales, no son angelitos ni fenómenos a los que se deba tratar por separado.
Por el contrario, todas las personas tenemos las mismas capacidades potenciales, reales o en desarrollo y nuestras necesidades básicas, tanto físicas como emocionales, son las mismas y, aún sin discapacidad, todas las personas accedemos a dichos elementos de formas diversas.
Entonces, ¿cuáles son las maneras más respetuosas y funcionales de interactuar con personas con discapacidad? Primero que nada siempre se debe respetar la autodescripción, es decir, si una persona decide o no enunciar que su condición mental la vive con discapacidad.
Por ejemplo, hay quienes consideran que los trastornos mentales son discapacidades de orden psicosocial que suelen ser muy invisibilizadas; sin embargo, no todas las personas que reciben diagnóstico de algún trastorno mental consideran vivir con una discapacidad.
La segunda herramienta es la comunicación. Muchas personas con discapacidad coinciden en que quieren un trato humano y sin distinción para expresar que preferirían mil veces que las personas les preguntarán con qué se sienten cómodas, preguntar sin prejuicios o estereotipos y no suponer nada.
No se necesita “algo especial” para darle un trato humano y respetuoso a cualquier persona.
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